El mundo lateral es una concertación no intencionada, espontánea y minoritaria de miradas alternativas a la vida y a la obra de las instituciones. Su contingente creativo no recibe salario ni tiene lugar en la plana ministerial. Está compuesto por una serie de anónimos pensadores, artistas, insurgentes de la palabra, componedores de huesos maltratados, provocadores irreverentes, corsarios audaces que atacan las naves imperiales. No tienen lugares habituales de reunión aunque suelen convocarse alrededor de la mesa porque por lo general son aficionados a comer, a beber y a darle curso a sus cuestiones complicadas a través de la lengua.

El mundo lateral levanta polvaredas, pone el dedo en la herida, toca a los intocables, no hace reverencias y se niega rotundamente a los besamanos. No compra discursos emotivos y no se inclina a la lectura de autores que escriben un libro por año para decir de mil maneras diferentes la misma cosa gastada y obvia. Es impermeable al argumento lacrimoso, a las escatologías de moda y a los trucos demagógicos usados para levantar fondos.

El mundo lateral es complicado, cómplice de rebeldes con una causa real – porque se especializa en descubrir a los que posan de rebeldes y que no tienen argumentos consistentes; a éstos evita rigurosamente. Sus integrantes provienen de las más diversas vertientes de pensamiento y de experiencia. Los une nada más que una rebeldía común contra la dictadura de la institución religiosa y sus señores colegiados.

El mundo lateral y su gente están destinados a la trastienda, a lo eventual e inseguro, a las sombras. Ninguno de sus componentes será famoso ni ocupará las curules y las plataformas del poder porque entonces dejaría de ser lateral y sería asimilado por la corriente, haría componendas vergonzosas y vendería barata su alma a los intereses de la clase dirigente.

La misión del mundo lateral es nada más estar ahí, incomodar, aguijonear la conciencia de la inmensa mayoría e irritar a los señores. Cuando ya no quede nada más por hacer y nada más por decir, quedará constancia de que los laterales siempre estuvieron ahí para hacer lo que había que hacer y que nadie quería hacer, para decir lo que había que decir y que nadie quería decir.

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