“Estar solo no es casualidad.” Es un grafitti escrito en un muro al otro lado de las vías. Voy de regreso a casa una tarde nublada de mayo. Pienso. Es una frase un poco ambigua. Los grafittis tienen que ser precisos, cortantes, irónicos. Aquí no se sabe bien si el escritor quiere decir que la soledad es algo elegido o el azaroso resultado de una serie de hechos relacionados que concluyen en su orilla gris, como ésta donde está escrito. ¿Es una celebración o cierto dolor resentido?

De todos modos sirve para gatillar algunos pensamientos: Dos o tres veces he leído estudios “científicos” (como se autodenominan esos espacios de relleno que hay en los medios en los que leo noticias) donde se afirma que la gente sola vive menos tiempo, de lo cual hago una doble lectura: así como va la vida, con su ruido, su violencia, su desparpajo, su repulsiva falta de respeto a la paz de los otros, sus relaciones rotas y sus conflictos humanos, es difícil desearla al punto de querer vivir mucho. Pero cuando uno va encontrando esa medida de entendimiento, esa mirada más precisa, esa tranquilidad que tempera las pasiones y las tonteras, y que es precisamente cuando el esqueleto se empieza a deshacer y el cuerpo ofrece la evidencia de su precaria resistencia, le viene a uno como una bronca porque ahora sí darían ganas de vivir, con un poco de más sabiduría.

Pienso también en esos dulzones comentarios en los medios religiosos sobre las delicias de la vida conyugal y sus “placeres perfectos.” Sin negar que puede haber alguna gente afortunada en esas lides, las evidencias demuestran que hay más propaganda que realidad en el asunto.

Pero es otra cosa la que me perturba y es eso de instalar la idea de que la gente que vive sola es desdichada, por lo cual todo el mundo anda buscándole pareja o diciéndole que Dios debe tener a alguien por ahí para él o para ella y que es cuestión de creer y esperar. Aparte de parecerme una falta de respeto, pienso que discrimina bastante a quienes, no por casualidad sino por decisión, están solos.

Tal vez sea verdad – aunque tengo mis dudas – que los que viven solos viven menos. Pero en último análisis, es un asunto personal, tanto como el vivir acompañado.

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