La nada destruirá a la fantasía. Va a desaparecer para siempre. No hay quien la salve, excepto un niño, con todo lo improbable que un niño puede ser para la gente normal. Salvo que en el mundo fantástico, un niño puede ser el héroe y la normalidad lo improbable. Quien haya visto la película “La historia sin fin” (Neverending Story) quizá recuerde las imágenes que evocan estas palabras.
“No hay nada mejor que la realidad” me dijo una vez un jefe, preocupado por mi falta de madurez y mis constantes desencuentros con la normalidad. Para él la madurez era dominar la física de los hechos, descifrar la matemática del poder, ejercer la ingeniería de los números, someter la indisciplina de los sentimientos.
Han pasado muchos años ya. Y no puedo recordar algún hecho en que la fantasía haya provocado el daño que el ministerio racional de la realidad ha causado a las criaturas humanas. ¿Qué guerra se inició con el “Claro de Luna” de Beethoven? ¿Qué holocausto provocó la ópera “Madame Butterfly”? ¿Qué cortina de hierro levantó “Doctor Zhivago”? ¿Qué revolución sangrienta provocaron en mi América los poemas de Mario Benedetti? ¿Cuánta pobreza inicua ha causado la trova de Pablo Milanés? ¿Cuánta inseguridad en las calles es producto de “El Señor de los Anillos”? ¿Qué juventud ha caído en las garras de la droga y la muerte por causa de “Cien años de soledad”? ¿Qué estallidos sociales se pueden atribuir a los “Cien sonetos de amor” de Pablo Neruda? ¿Cuántas vidas han destruido para siempre las canciones de Violeta Parra?
Habría que mirar en la realidad de la filosofía política, de los parlamentos, de las armas, de la ambición económica, de las cosmovisiones religiosas radicales, entre otras, para ir encontrando las respuestas a todas esas preguntas.
Por cierto que se encuentra belleza – a veces – orden y buenas aplicaciones en el pensamiento “real”. Lo que quiero significar aquí es que falta prensa para la fantasía. Falta espacio para el encanto de las palabras y las imágenes. Falta inversión para patrocinar el arte. Falta luz para mirar en los rincones oscuros donde los quijotescos creadores realizan sus obras. Falta comprensión para el lenguaje mágico de los artistas.
Se dijo una vez: “La imaginación al poder”. Tal vez, bastaría que el poder tuviera un poco más de imaginación para hacer que la fantasía endulce el no pocas veces agrio regusto de la realidad…

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