Algo más comparten el profeta y el filósofo, y es la suerte trágica de verse desoídos. La resistencia a la profecía y a la filosofía se explica. Ambas embisten contra los dueños del poder en todos los órdenes de la vida social… La catástrofe – advierten uno y otro – se avecina. Ambos se sienten urgidos a hacerlo evidente. Sin embargo, el cambio interior requerido para impedirlo no sobrevendrá.

(Locos de Dios, Santiago Kovadloff)

Escribí aquí hace unas semanas acerca de poetas y profetas. Mencioné que casi la totalidad de la profecía está escrita en verso. Hoy quisiera ofrecer unas ideas sobre cómo ambos abordan el futuro. 

Filósofos y profetas comprenden el tiempo actual y pueden ver con claridad el futuro hacia el cual las cosas fluyen. 

Por esta razón es que su palabra es desoída. Porque por lo general el pensamiento no es simpático. Suele ser áspero y descarnado porque no busca agradar al oyente sino describir la realidad. Y la realidad, particularmente en estos tiempos, no se ajusta al jolgorio que busca la gente.

Pienso que las cosas no se van a poner mejor en los días venideros. No lo digo en el sentido “son los últimos tiempos, el Señor viene pronto”; sobre ese tópico sobran artículos. MI mirada es otra.

Hay una ola de protestas sociales en todo el mundo. En países con dictaduras evidentes, en otros con “democracias autoritarias” y en aquellos en donde existen mayores espacios de libertad, los estallidos dan cuenta de un malestar profundo.

Los movimientos sociales se mueven con una fuerza inédita gracias al poder de convocatoria y la información (o desinformación) que proveen internet y las redes sociales. Se organizan y se disuelven a una velocidad en la que es imposible neutralizarlos.

El grado de violencia, aunque no inédito, ha llegado a niveles nunca vistos en algunas sociedades y no parece haber indicios de un retorno definitivo hacia la tranquilidad.

Todo esto se da como resultado de la creciente corrupción en las esferas del poder político, de la justicia, de la policía y de los grandes capitales lo que ha profundizado la desigualdad, la injusticia y la opresión.

Nada hace presumir que esto se resolverá en plazo breve. La capacidad de diálogo es casi nula y la gente no va a parar hasta que sus demandas sean oídas. Si no lo son, la crisis social se agravará y cambiará el mundo.

Lo difícil de vaticinar es a qué costo va a suceder.

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