Christian Lalive D’Epinay publicó en 1968 un revelador estudio acerca del protestantismo chileno titulado “El Refugio de las Masas” en el cual caracterizaba a los cristianos evangélicos del país de la época, principalmente el entonces emergente movimiento pentecostal. Es un excelente material de referencia para quien quiera comprender desde una mirada académica y externa el por qué de la ausencia de los creyentes en el devenir político, social, económico y cultural del país donde viven y trabajan. Será evidente para quien lo estudie que esta es una actitud que comparten amplios sectores del cristianismo evangélico dondequiera que se encuentren.
Por supuesto, en este mínimo espacio ni siquiera es posible enunciar todas las características e implicancias de lo que Lalive llamó la “huelga social” de los evangélicos. Desde los mismos inicios del movimiento cristiano en la historia se hicieron fuertes dos posturas antagónicas: una sostenía que nada debía ser más ajeno a los cristianos que los asuntos públicos, en tanto que la otra argumentaba que el quehacer total de la comunidad humana debía ser de interés de los creyentes y ser en ella la sal y la luz del evangelio.
Han pasado ya dos mil años y la primera postura, la de la huelga social, la de la prescindencia de los creyentes en la cultura, ha dominado ampliamente el terreno – no sólo para nuestra desgracia sino para la sociedad entera que se no se beneficia más del vigor del pensamiento cristiano. Irónicamente, la mayoría de los creyentes no lo considera una desgracia. Al contrario, estima que es un gozo que no tengamos nada que ver con lo que acontece en el país y en la región porque, dicen con enfervorizada espiritualidad, “no somos del mundo”.
Siguen pendientes tantas preguntas y reflexiones sobre este triste emblema de los cristianos. Quisiera dejarles por lo menos este atrevido pensamiento: Estoy en completo desacuerdo con que no somos del mundo. Mi convicción es que somos absoluta y completamente del mundo. Estamos hechos de la misma carne y del mismo soplo del que fueron hechos todos los seres humanos que habitamos esta tierra. Lo que no hay que hacer es vivir con la filosofía del mundo, pero estamos llamados a estar en el mundo y ser agentes de transformación.
La postura de la prescindencia de los cristianos en la sociedad gana todos los espacios, así que estas pocas palabras no causarán mucho revuelo.

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