Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo.
Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba.
(Exodo 40:34-35)

¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos…
Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas.
(Isaías 1:11 y 14)

Quien haya mirado a estos dos momentos culminantes en la historia de Dios con su pueblo y no se haya estremecido ha comprendido muy poco quién es Él y cuál es la naturaleza de Su relación con nosotros. Las palabras de Isaías reflejan el hastío y el dolor de Dios a causa de la hipocresía de la gente que celebra continuamente cultos y actividades religiosas.
La fuerza de la Biblia consiste en la validez de su mensaje a través de los tiempos. Hay que leerla, como suelo decir a mis alumnos, “en clave contemporánea”. No es un libro antiguo o pasado de moda. Muchos cristianos creen que el Antiguo Testamento ya no es tan importante porque todo empieza ahora en Cristo y el Nuevo Testamento. Craso error. Toda la Biblia es útil y necesaria para comprender todo.
Los cristianos dicen que en el mundo hay gente que hace cosas malas porque son del mundo, no de Cristo. Por eso irrita, duele, enoja y frustra ver a la gente cristiana que va a la iglesia, escucha predicaciones y canta alabanzas, ora fervorosamente, ve pecado en todas las cosas que no son de la iglesia y al mismo tiempo mantienen desastrosas relaciones con su familia, su entorno laboral o en la comunidad.
¿Habrá algo más doloroso que Dios tenga que desechar aquello que lo hizo tan feliz antes y llegue a decir que su alma lo aborrece?
Entonces la gloria de Jehová se elevó de encima del umbral de la casa, y se puso sobre los querubines.Y alzando los querubines sus alas, se levantaron de la tierra delante de mis ojos; cuando ellos salieron, también las ruedas se alzaron al lado de ellos. (Véase todo el capítulo 10 de Ezequiel)

En otras palabras, la gloria de Dios abandonó el templo para siempre…

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