Bob Dylan, Premio Nobel de literatura. No de música, de literatura. Entonces hay que ir a las letras de sus canciones porque el premio ha sido dado al poeta Bob Dylan. Un botón basta de muestra:
“¿Cómo se siente estar solo, sin un hogar, como un completo desconocido, como una piedra que rueda?”
Así se lee en una de sus más famosas canciones, “Like a rolling stone” que resume para muchos – no me atrevo a decir todos – la vida. La experiencia, ese fiscal implacable que desmiente el discurso de la inmensa mayoría y que presenta como prueba indesmentible la realidad no nos deja otra opción que reflejarnos en esas palabras brutales.
Nos hacemos friegas y compresas con la esperanza, con la fe, con los artificios del amor para aliviar un poco la crudeza de nuestra soledad. Todos los días, en todas las formas, el optimismo tropieza con la enfermedad, el desengaño, la decepción, la muerte, la miseria, la destrucción de todas las posibles – y precarias – confianzas.
No somos nada. Es posible que más allá de nuestras percepciones humanas sí seamos algo pero eso es aún impreciso, indefinido, nada más una imagen difusa en un espejo imaginario según el decir de San Pablo, pero el sentimiento real, el de la más absoluta intimidad, no arroja mucha sustancia.
Nos aferramos a alguna relación, plagada de luces y sombras. Creemos algo para respirar un poco de aire puro en medio del smog de la ciudad y la contaminación de toda la creación. Inventamos palabras para leer, para cantar, para halagar o distraer a la inmensa mayoría. Practicamos un deporte, leemos, vamos al cine, nos reunimos con amigos para celebrar cualquier cosa, comemos y bebemos, vamos y venimos.
Sustancia. Eso es lo que buscamos, un poco de sustancia que nos dé algún peso real.
Perseveramos, como el hombre imaginario de Nicanor Parra (un Nobel pendiente) hasta que algún día, ojalá, hallemos alguna realidad perdurable:
“Sombras imaginarias vienen por el camino imaginario, entonando canciones imaginarias a la muerte del sol imaginario. Y en las noches de luna imaginaria que le brindó su amor imaginario vuelve a sentir ese mismo dolor [lo único que no es imaginario…], ese mismo placer imaginario y vuelve a palpitar el corazón del hombre imaginario.”

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