Para el niño, el futuro es un inmenso mundo de posibilidades; para el viejo se reduce a dos o tres certezas y la muerte. Se atribuye este aforismo a Benjamin Franklin: “En este mundo, nada puede ser considerado cierto excepto los impuestos y la muerte.”

Morir es un tópico que recurre a mi mente, no como obsesión o flagelo gratuitamente autoinfligido, sino como diálogo que se profundiza a medida que pasa el tiempo, una conversación que va limando asperezas y promueve una cierta afinidad con ese encuentro inevitable.

La cultura que predomina en los sectores medios de la sociedad esquiva por todos los medios incluso pronunciar a la muerte; ha inventado eufemismos tales como “dejó de existir”, “ya no está con nosotros”, “partió”, “está en la presencia del Señor.” Hay un terror visceral a decir “murió.” Esto no ocurre en las regiones del mundo donde la guerra, las catástrofes, la violencia son lo cotidiano, lugares en donde la vida es la pertenencia más precaria. Ahí no se enmascara a la muerte; se la esquiva a diario hasta el instante en que la ultima finta no alcanza y termina con la vida de una mujer, un niño, un anciano. No hay que olvidar que es la mayoría de la gente del mundo la que vive en ese predicamento.

Así que hay alguna sabiduría en reflexionar sobre el fin de la vida en una sociedad opulenta o al menos acomodada, porque lo ubica a uno en un espacio al que no llega el discurso exitista y que libera de la dependencia excesiva de las personas, las cosas, las tecnologías y los discursos. Lo ayuda a uno a no creerse los cuentos políticos, religiosos o culturales. El que tiene conciencia de la levedad y finitud de las cosas no puede ser funcional a ningún sistema porque éstos necesitan que la gente se sienta cómoda y relajada porque en ese estado compra y cree casi cualquier cosa.

Por supuesto que esta conciencia intencionada sobre la realidad de la muerte no proporciona una paz químicamente pura. Es fea la muerte, no importa con cuántos rituales y frases hechas se la quiera adornar; algo así como “aunque la muerte se vista de seda, muerte queda.”

Pero está bueno que algunas personas estén conscientes de ella y se la recuerden de vez en cuando a los felices embriagados de vivir.

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