Suelen repetir ciertas palabras o frases como mantra, como oración sin destino, como conjuro contra la cordura: la guerra del Peloponeso, ajonjolí, y así sucesivamente, mandrágoras, porque era una gotita, mirá vos qué loco, y etcétera, etcétera, etcétera. En realidad, son parchecuritas caseros para el alma lastimada que no irritan la piel y se salen solos a la hora de la realidad.

Se quedan congelados frente a los veloces argumentos y los sofismas de la razón pura, a las preguntas a quemarropa. Nunca aprendieron a construir barricadas para defenderse de las evidencias empíricas y los pragmatismos del sistema y del tiempo presente.

Les cautiva la hojita que de allá para acá mueve el capricho del viento de la tarde. La reverberación del sol entre los álamos a las siete de la tarde en el verano les atraviesa la garganta y les humedece los ojos. Nunca están hartos del helecho húmedo de Trafún y de la planicie inerte de Atacama.

Los locos no presumen de banderas, de convicciones indestructibles, de teoremas para justificar la dictadura de las doctrinas y de los señores, de verdades inalterables, de consecuencias a ultranza ni de “¡ay Jalisco, no te rajes!” por la sencilla razón de que están locos.

Se olvidan de los nombres de las personas y de las últimas conversaciones por lo que frecuentemente hacen preguntas o afirmaciones sobre el tema que acaba de hablarse. Tienen manías prematuras, dientes atribulados, oídos cojos, manos temblorosas y una corbata que recibieron de regalo hace treinta años que nunca usan pero se rehúsan a tirarla o regalarla.

Según observadores y observadoras sagaces, suelen derrapar estrepitosamente y hacer lío con palabras, gestos o silencios inexplicables que no se condicen con la supuesta fortaleza de sus mentes brillantes, de modo que quedan serias dudas acerca de las mismas. No echan raíces en ninguna parte porque simplemente no pueden ni quieren. Se juran a sí mismos que esta vez sí que sí o que esta vez sí que no y nunca es así.

Debido a éstas y muchas otras razones, los locos son los prospectos menos recomendables para cualquier empresa seria y constante.

Por lo mismo: porque están locos.

(Ilustración: Old man with fishes)

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