Leí hace algunos días que los grandes temas del escritor son el regreso al hogar y la muerte. Leo a veces fragmentos de “Por el camino de Swann” de Marcel Proust y parecería que, efectivamente, esos son los temas que recurren en la escritura.
No sé si una afirmación así sea valida para todas las personas que escriben – sean escritores o no. Pero la cuestión me llama la atención porque veo que mi memoria trabaja en esas dos direcciones cuando intento poner algunas ideas en el papel: hacia atrás, me sumerge en imágenes, sensaciones y episodios de los primeros diez años de mi vida, profundamente arraigados en mi hogar y en su entorno; hacia adelante me confronta con la materialidad de la muerte, con ese encuentro en el que es imposible dejar de pensar especialmente en estos tiempos que se empiezan a morir los padres, viejos amigos algo mayores o algunos menores que uno, por no nombrar las señales del propio cuerpo.
Me está costando trabajo a veces – y debería estar agradecido por ello – remitirme a temas “técnicos” como suelo llamar a las consideraciones del tiempo presente, la institución iglesia y su precaria relación con la sociedad circundante. Digo que debería estar agradecido porque hubo una o varias épocas en que sentí que las cuestiones éticas habían desplazado por mucho a las cuestiones estéticas que me ocupaban constantemente: la prosa poética, la mirada que busca la belleza o la tragedia con la misma intensidad en las cosas humanas o en los paisajes, sin ponerse a pensar si tiene o no un efecto didáctico o, como aman decir los evangélicos, “edificante”.
En cierto modo, el regreso al hogar y la muerte son dos expresiones de un mismo tema si uno cree en una vida más allá. Si efectivamente hay un hogar más allá, aquel hermoso país donde ha de morar el alma feliz mientas vuelan los siglos sin fin, entonces la muerte es sin dudarlo un regreso al hogar – si uno va a ser considerado digno de entrar en él, por cierto; si no es así sólo queda la nada o el infierno tan temido. Pero eso ya es tema de otro artículo…
Hace algunos días asistí al funeral de mi madre y experimenté ese encuentro entre los temas del hogar y la muerte. La experiencia no resultó muy agradable. Pero hay que decir que fue asombrosamente real.

(Este artículo ha sido escrito especialmente para la radio cristiana CVCLAVOZ)

 

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