“…Cuántos discursos vivos y muertos vibran siempre aquí, cuántos alaridos contenidos con el decoro.” (Canto de mí mismo, Walt Whitman).

Desencuentros entre la insigne teoría y la bruta realidad que nos indignan, entristecen o decepcionan. La inutilidad de los discursos de púlpitos y plataformas en vista de las miserias de la humanidad que nos embarga por todos lados. La desesperanza de los marginados, los menos, los pocos, lo que no caben – los que no dejan caber, en realidad. La soledad de los diferentes, los otros, los que sienten el mundo y las cosas al revés de la mayoría y no cuentan con socios capitalistas ni medios de prensa.

La desesperación de una existencia sin sentido alguno, los oscuros pasadizos de la locura, la pátina negra de la depresión son asuntos que no ocupan las agendas de las instituciones diseñadas para adelantar el advenimiento de la luz y de la victoria final. Enormes distancias entre el amor pronunciado en las cálidas asambleas y la disimulada realidad de las relaciones destrozadas en la trastienda de la vida. Indiferencias, silencios, abusos invisibles que no se pueden documentar con videos o declaraciones ante el fiscal instructor.

El atroz contraste entre la felicidad de ocasión de centros comerciales y eventos multitudinarios con la angustia de todas las mañanas y la desesperanza de todas las noches que ningún proyecto ni programa de bienestar social resuelven. La iniquidad de los sistemas de opresión y control institucional que se legitima invocando el bien superior y la intangibilidad de la causa que justifica todos los medios.

El hambre circulante, la injusticia flagrante, el despojo legal, la esclavitud moderna, las cuentas secretas de los dirigentes, los asuntos privados que desacreditan el empingorotado discurso de la inmaculada moral pública. La sofisticada operación de las máquinas con sus plataformas de comunidad virtual que enmascaran la vigilancia, instrumentan el control, desnudan las vergüenzas y hacen efectivos impredecibles ajustes de cuentas.

Entre las varias explicaciones que encuentro en Google (una de las muy poquísimas cosas que aprecio de Internet), la más segura es que en la raíz de la palabra misericordia se encuentra la idea de tener corazón para la miseria, la disposición a compadecerse de los trabajos y miserias ajenas. Como es verdad que no podemos aliviar todas las miserias, alguien dijo que al menos una pequeña acción cotidiana ya era una ayuda. Por eso me propuse nombrarla hoy con la intención de agitar el agua aunque sea un poco.

Por ahí, quién sabe si desciende un ángel y hace algún milagro…

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