En el entorno de la fe es políticamente correcto afirmar la verdad absoluta. Si uno cuestiona el concepto puede ser etiquetado – por lo menos – de liberal y – a lo más – de apóstata. Siempre me ha intrigado la convicción con la que alguna gente se refiere a la verdad absoluta porque sus palabras sugieren la idea de que ellos la conocen y la transmiten como un mantra a quienes quieran – y aún a los que no quieran – oírla.

No hay manera de conocer la verdad absoluta porque si es absoluta es infinita e inabarcable para el conocimiento humano. Y, ¿qué ser humano puede presumir de conocer todo absolutamente para afirmarlo? “¡Cuán leve es el susurro que hemos oído de él!” afirma asombrado Job, alguien que sí podía presumir de ser considerado justo y bien ponderado por el mismo Dios. Es decir, lo que sabemos es ínfimo. Uno sí puede afirmar que sabe algo de esa verdad por lo que lee en la Biblia o por su experiencia personal con Dios. Son dos aproximaciones bastante distintas si se mira bien.

Lo que pasa es que la convicción facilita las cosas a la mayoría de la gente. Liquida las preguntas y ahuyenta las dudas. Dibuja claramente las fronteras y hace inútiles las discusiones. En efecto, dos personas que confrontan sus convicciones en lo único que se pondrán de acuerdo es que están en desacuerdo.

Aporta cuatro o cinco frases a prueba de balas y de tontos. Actúa como suave inductor del sueño. Opera como un moderado laxante y de paso aporta nutrientes a la flora intestinal conjurando así cualquier asomo de gastritis. Es un excelente linimento para sanar las úlceras y la rosácea.

La convicción gana su argumento de entrada, porque dígame usted si no es lindo tener las cosas claras, saber a dónde va uno y qué es lo que se tiene que hacer. ¿Puede haber algo más enfermizo que andar por ahí preguntándose si las cosas efectivamente son lo que parecen? La pura verdad es que en este mundo tan competitivo los sujetos que dudan son un muy desagradable tropiezo para los objetivos de la misión, cualquiera que ésta sea. Nada más recomendable entonces que endilgarles algunos ejemplares preceptos sobre el doble ánimo, la tibieza y otras especies por el estilo.

Alguien afirmó que la duda es la energía que fortalece el conocimiento de la verdad. Qué duda cabe.

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