Hace muchos años fui instruido acerca del perdón unilateral. Es decir, que para cumplir con el precepto del perdón debíamos impartirlo aunque las personas no se hubiesen arrepentido del daño causado a nosotros.

Así, durante las largas horas de ministración se nos conminaba a perdonar a padres, maestras, amigos y amigas, jefes, líderes espirituales que nos hubieran lastimado alguna vez.

No mucho tiempo después de eso comenzó a aflorar en mi cabeza la molestosa costumbre de replantearme todos los conocimientos adquiridos en mis años anteriores a la luz de una lectura más detenida y reflexionada de la Biblia.

Andando el tiempo recalé en este tema de la unilateralidad del perdón y observé algo más que interesante: ¿Dios nos perdona todos nuestros pecados? Sí, sin duda. Pero no nos perdona unilateralmente. Tenemos que arrepentirnos y pedir perdón y El nos perdonará generosamente.

¿De dónde vendrá esto de que perdonemos aunque no nos pidan perdón? No lo sé. A veces sospecho que del romanticismo del siglo 19 o de la orden caballeresca de algún Sur profundo. O alguna influencia estoica, “noble”. Más noble que Dios incluso.

Salmos 7:11 sugiere: Dios es juez justo, y Dios está enojado con el impío todos los días. ¿Hasta cuándo está enojado con él? Hasta que se arrepienta, pues. No lo odia pero está enojado con él porque sigue haciendo mal.

No está obsesionado con la idea de mandarlo al infierno para que al fin pague sus pecados. Sólo quiere que cambie y pida perdón. Isaías 55:7: Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.

Me suelen argumentar que Jesús dijo en la cruz: Perdónalos, pero me parece que eso no derriba el argumento. Lo que Jesús pedía era que cuando esos malvados se arrepintieran y pidieran perdón el Padre los perdonara. Sólo se puede extender perdón (y se debe extender) a quien pide perdón.

Así que no puedo perdonar hasta entonces. No porque no quiera sino porque el transgresor no me ofrece la oportunidad.

Lo que sí no debería hacer es guardar odio, rencor, resentimiento, amargura. Porque eso sí es otro cuento…

(Este tema surgió en mi cabeza porque un querido  amigo me dijo hace días que por lo que le habían hecho, ni perdón ni olvido)

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