Es como si toda la vida pretendiera invadir la página en blanco de mi cuaderno de notas. Una tentación. La seducción de la palabra que siempre busca revivir. Revivirse. El principio y el fin de una idea, un cuento, una anécdota. La crónica de una decepción. El asombro de un recuerdo. La inocencia de una imagen que se pierde en la distancia. El amor con su insondable maravilla y sus querellas necesarias.

Hoy es necesario contar unas historias. Unas mini historias…

El día que me gradué de la enseñanza secundaria estaba solo. Un tío de Alejandro Riveros me dijo: “Si quieres, yo subo contigo para la foto del diploma.” Y ahí quedó para siempre plasmada la verdad de que mis padres no fueron a la ceremonia porque esa tarde tenían que ir a la iglesia. Y para ellos, lo primero era lo primero…

Vania no podía creer que nunca me habían celebrado un cumpleaños. El mismo día ella cumplió quince y yo dieciocho. “Celebremos juntos”, me dijo. Y por primera vez, en la casa de los Marchant, tuve fiesta, torta y regalos.

La mañana de un lunes, a los ocho años, mi adorada e inolvidable profesora Ruth Murgam me hizo recitar: “¿A dónde vas, dijo la fama? A Chile, dijo la Historia, voy a conquistar la gloria, voy donde el deber me llama…

Uno se casaba en la inmensa catedral evangélica con siete y ocho parejas al mismo tiempo. El ritual duraba cuatro minutos, luego un saludo protocolar y los oficiales diciendo a tus espaldas: “Rápido por favor, vayan saliendo, las fotos afuera, que mi pastor tiene que empezar el estudio bíblico.” Y así nos fue.

Todo lo que termina, termina mal, canta Andrés Calamaro y lo he citado aquí tantas veces. No todo, en realidad, pero cuesta recordar algo que haya terminado bien: amores, amistades, negocios, viajes, sueños comunes. ¿Porque nada dura para siempre, será?

A veces soñamos con una vida eterna después de la vida pero como no sabemos nada de cómo será es difícil animarse hoy día con la idea. Nos toca no más descansar en las imágenes que nos han contado.

Y siempre soñamos con escribir la obra inmortal, la epopeya de nuestros días, la crónica de las lágrimas y las risas. Nos quedamos mudos frente a la página desnuda y lo único que nos sale son ideas breves, cuadritos de vida, deslucidas fotografías en sepia…

(Esta es otra foto de Chiloé, en un viaje distinto, cuando ya me había vencido la realidad y no pude soñar más con exilios románticos y legendarios).

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