“Lo fácil es el alma, la palabra patética. Lo difícil es el cuerpo, el prójimo. Ese cuerpo concreto de al lado, ese rostro, ese pedazo de vida tangible”, escribe Jaime Barilko en El cuento de mi vida.

Cuando los otros están cerca de nosotros con toda su actualidad y contingencia, no es fácil esquivarlos; es posible, pero es difícil. Sea cual sea la razón por la estamos próximos a ellos su presencia nos afecta, nos compromete, nos invade de algún modo. Nos modifica por unos minutos, por un tiempo o para siempre. Elegir la proximidad de los otros es optar por curso de acción que altera inevitablemente el propio devenir para bien o para mal; incluso si no nos importa nada su cercanía nos obliga – al menos a que no nos importe.

Pienso bastante acerca de las palabras que escribo para esta columna virtual. Este blog presenta un artículo nuevo tres veces por semana y hay que extremar el oficio para poner algunas ideas con algo de sentido. A veces el resultado es presentable. Otras, al mirarlos ya publicados uno siente la frustración de la palabra incompleta, imprecisa, errada; aquella frase que debió ser formulada con más – o con menos – énfasis. A veces todo el artículo es una decepción y hay la tentación de usar la facultad de pedir que sea suprimido. Hay momentos felices en que un artículo me parece perfecto pero son los menos.

Las palabras se han hecho entonces un prójimo físico, un cuerpo concreto, un pedazo de vida tangible. Porque debe haber un buen número de personas que se encuentra con ellas y diariamente me devano los sesos imaginando sus reacciones. Puede que haya un pequeño grupo que piense que son buenas palabras. Sé que hay un montón de personas que piensa que aquí no hay nada edificante o espiritual y confieso que pese a que ello no influye en nada lo que escribo, igual me afecta un poco.

Siempre pienso en tantas cosas realmente valiosas y buenas que hay escritas en otros sitios o libros; estas líneas son de tan discreta factura que lo más probable es que en poco tiempo más lo más sabio sea dejar de emborronar planas y buscar un oficio con próximos tangibles… y usar menos palabras.

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