Espacios virtuales, reales y entre medio: phubbing

Hace un par de años atrás, Sherry Turkle, profesora de Estudios Sociales de Ciencia y Tecnología en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, según sus siglas en inglés), lanzó un nuevo libro. Su sugestivo título: “Alone Together: Why We Expect More from Technology and Less from Each Other” (“Solos juntos. Por qué esperamos más de la tecnología y menos de los otros”) fue un balde de agua fría para muchos fanáticos tecnofílicos que tildaron a Turkle de traidora. La crítica especializada fue previsiblemente dura con esta profesora que jamás ha renegado de decir lo que piensa, estén o no de acuerdo sus ideas con las modas imperantes. Su libro anterior: “La vida en pantalla: la identidad en la era de Internet” resultó un éxito editorial, aunque creo, debieron pasar muchos años para que el público general realmente entendiera el tema central al que se refería Turkle en esas páginas. En aquel momento donde el mundo miraba entre extasiado y atónito los avances en materia de tecnología, Turkle mostraba cómo los juegos online eran una oportunidad para definir la identidad y jugar con ella. Las largas horas dedicadas a pasar pantallas y subir niveles en los juegos multiusuario online, no eran sólo un pasatiempo superfluo, sino una forma de experimentar con la identidad y aprender a ser, de formas diferentes a las que estábamos acostumbrados. Lo que se aprendía en la virtualidad podía ayudar al regreso en la materialidad. Era un camino de ida del cual se podía volver con nuevas y útiles herramientas. Esto resultaba shockeante para muchos que aun veían el mundo online como algo sospechoso y plagado de misterios. Pero el pensamiento de Sherry Turkle ha evolucionado y actualmente plantea que nos estamos dejando llevar por la tecnología a lugares donde no queremos ir. La ola digital nos arrastra con fuerza desde nuestros bolsillos donde los dispositivos nos cambian lo que somos y hacemos. Las tecnologías actuales nos conectan más, pero nos dejan, al mismo tiempo, con una sensación subyacente de soledad. Alone, together. Juntos, pero solos. Tecnología que une, al tiempo que separa.

Stop phubbing

La escena es cada vez más común. Gente que está en apariencia junta, pero separada hasta el infinito por sus dispositivos. Estos, cada vez más inteligentes, son capaces de generar miles de conversaciones online, de arrancar miles de sonrisas y chispazos de creatividad. Pero muchas veces todo lo que aportan los móviles pareciera ir en detrimento de las interacciones cara a cara. Los dispositivos se interponen entre las personas. Las pantallas se encienden al tiempo que las conversaciones se apagan. De hecho este fenómeno ya tiene un nombre: phubbing. ¿De qué se trata el phubbing? ¿Es acaso una de esas nuevas palabras que pretenden causar sensación? Quizás, pero también el término busca que se tome conciencia de algo que nos está sucediendo en el día a día. Phubbing no es ni más ni menos que dejar de prestarle atención a la persona que se tiene al lado por el hecho de priorizar el celular. Preferir mirar a la pantalla del teléfono para actualizar un estado de Facebook, comentar una foto, responder a un comentario, publicar en Twitter o Instagram, o simplemente leer el timeline de Twitter, se considera phubbing. Enviar mensajes por WhatsApp, Line, jugar o pedir vidas en el Candy Crush, volviendo invisibles a los que están al lado, es también considerado phubbing. El sitio http://stopphubbing.com/ brinda una serie de herramientas concretas para manejar la información relativa al phubbing. Allí se pueden observar acciones que pueden realizarse tanto para evidenciarlo, como para contrarrestarlo. Iniciativas como estas son una suerte de movimiento contracultural que busca que las personas tomen conciencia sobre este fenómeno que se expande sobre la sociedad toda.
El sitio presenta estadísticas, comparaciones, metáforas, infografías y cartelería alusiva al fenómeno. Así como desde hace años existe una llamada netiquette o ética de la red, se está haciendo necesario explicitar una ética de alternancia entre el mundo virtual y el material. Los espacios de conexión están devorando los espacios materiales y haciéndolos desaparecer casi por completo. Se está privilegiando el mundo de la conexión por sobre el encuentro analógico. Los cercanos se están alejando al tiempo que los lejanos invaden los espacios de intimidad. Y esto no sólo acontece en los espacios públicos como pueden ser los ómnibus, las plazas o las salas de espera, sino también en los espacios privados y también en la intimidad. El celular ha desplazado los mp3, los GPS y las cámaras fotográficas. Se ha adueñado no solo de los bolsillos, sino también de los espacios de intimidad que son permanentemente invadidos por ringstones, zumbidos, vibraciones. Según una reciente investigación, el 40 % de las personas preferiría no tomar café, el 18 % dejaría de bañarse cada día y el 15 % abandonaría el sexo antes de dejar su… i-phone! Más de la mitad de las personas manifiestan no sentirse seguras de salir de sus casas sin el celular. En nuestro país, según la Encuesta Continua de Hogares de 2011 del Instituto Nacional de Estadística, el 71,6% de los uruguayos mayor de seis años usa teléfono celular. En la próxima encuesta quizás podríamos preguntar cuántos uruguayos usan la memoria y el relato para contarle a sus seres cercanos qué hizo en el día. Probablemente nos sorprenderíamos con las respuestas.

Fuente: www.stopphubbing.com

Columna originalmente publicada en la Revista del Carrasco Lawn Tennis, Montevideo, Uruguay por Mag. Roberto Balaguer Prestes

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