(Divertimento lateral)

Efectivamente nos fuimos quedando más solos. Había alrededor nuestro gente que nos quería y que nos cuidaba pero nuestro mundo se fue reduciendo a los recuerdos, a las palabras que todavía era posible escribir con mano cada vez más temblorosa. Las imágenes que poblaban nuestra mente no era posible codificarlas de tal modo que fueran entendidas, tan lejanas estaban de los tiempos que corrían.
Efectivamente los grandes señores no eran tan grandes después de todo. Como se decía desde tiempos inmemoriales en todas partes se cuecen habas, nadie es perfecto, el que piensa estar firme mire que no caiga, a todos les llega su hora, no hay nada oculto que no haya de ser manifestado. Entonces se abrieron los libros y las cosas no eran tan brillantes y los juicios más inesperados tuvieron lugar y los que eran resultó que no eran y los que no eran fueron reconocidos como que eran y así sucesivamente.
Efectivamente las palabras se redujeron a fonemas de dos sílabas y a abreviaturas más inverosímiles aún, los libros fueron destinados a los museos del pasado y a los chicos les causó una risa enorme que fueran tan físicos los libros y que contuvieran ideas tan largas para decir lo mismo que ahora se codificaba en la nube y se descifraba en nanosegundos directamente en las neuronas.
Efectivamente los atardeceres fueron archivados como resabios del gusto burgués de los antiguos, inútiles por definición y retrógrados por antonomasia. Salir al campo se consideró una absoluta pérdida de tiempo considerando que los apartamentos tenían todos los sonidos, los olores, los paisajes virtuales y las cámaras de ejercicio necesarias para el completo desarrollo de los cuerpos humanos.
Efectivamente todas las expresiones de lo que los antiguos llamaban amor fueron clasificadas como manifestaciones espontáneas del Gran Simpático que a partir del advenimiento de los clones sustitutos fueron controladas por el Gran Hermano. Los poemas, novelas, películas y canciones relativas al tema se convirtieron en archivos digitales y se colocaron en la sección Metafísica del Museo de la Curiosidad Análoga.
O, por el contrario…
Efectivamente todo se pudrió – como dicen los argentinos -, estallaron treinta mil bombas atómicas, sólo quedaron hoyos inmensos y los sobrevivientes huyeron a la Gran Nada, más allá de los desiertos, se escondieron en cavernas y alturas inconcebibles y esperaron a que empezara todo de nuevo o finalmente se extinguiera toda posibilidad.
Pesadillas de las tres de la mañana…

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