El programa que uso para subir los artículos ha incorporado una aplicación interna que mide la extensión de los contenidos, la longitud de las frases, el uso de vínculos e imágenes y evalúa que todo sea breve y simple. No me molestaría para nada si la aplicación se limitara a ofrecer esas sugerencias; pero califica globalmente el artículo semafóricamente. Es decir, lo gradúa con rojo, naranja o verde. Nunca he obtenido un verde. A lo más un naranja oscuro.
Tomo con sobriedad el hecho de que, según este instrumental de medición, mis artículos no le agradan a la mayoría de los usuarios porque tienen más de trescientas palabras, no se maneja con vínculos y contiene frases de más de veinte palabras. Nunca quise, no quiero ni querré ser popular, user friendly o trending topic. Siempre he dicho que no escribo aquí para entretener a la audiencia. Ya suficiente tengo con sufrir la idea de que más de la mitad de los estudiantes secundarios de este continente no comprende lo que lee ni puede formular ideas escritas medianamente comprensibles.
Si llegara a ser una obligación ser simple y breve para escribir en internet sería muy difícil para mí continuar en este espacio. Colaborar con la superficialidad no me atrae en manera alguna. Si lo que desean son contenidos livianos, entretenidos, conectados con todo, atractivos y emocionantes, este blog no parece ser un lugar para quedarse.
No se lee en Jeremías 33:3: “Clama mí, y yo responderé y te enseñaré cosas simples, breves y entretenidas”; si leen con cuidado se van a fijar que dice “cosas grandes y ocultas que tú no conoces”. En Hebreos 5:11 no se lee: “Acerca de esto tenemos poquito que decir y facilito de entender”; más bien se lee “… mucho que decir y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír”. Una buena parte de la audiencia, debiendo ser ya maestra, sigue necesitando leche liviana en traguitos cortos, igual que la inmensa mayoría del mundo. Así nos va también.
No es mi trabajo aquí decir cositas lindas, para estimular la mente positiva ni cosas así. Permanezco porque tengo el pálpito que al otro lado de esta pantalla hay personas que me quieren leer. El gusto es mío. Estoy dispuesto, como decía un viejo lema revolucionario de los años setenta, a avanzar sin transar.

(Este artículo ha sido escrito especialmente para la radio cristiana CVCLAVOZ)

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