La cosa viene más o menos así: Lo he pensado bastante estos días y voy encontrando más razones para abandonar las meditaciones y la referencias públicas a la Biblia (mis búsquedas y litigios con las palabras sagradas las he de seguir, como he hecho desde hace cuarenta años, en privado).
Hay un estudio sistemático y documentado de la Biblia que se llama teología y a eso se han dedicado, más o menos noblemente, hombres y mujeres desde antiguo. Digo más o menos, porque algunos han usado sus estudios para adelantar agendas culturales y personales más propias de sus convicciones que del texto original, pero eso ya es cuestión de ellos. Otras y otros lo han hecho con una gracia y una lucidez admirable.
Pese a su validez e importancia nunca me interesó particularmente ese estudio disciplinado. Por alguna razón no me atrajo nunca. Pero he cometido muchas veces la imprudencia de publicar por escrito ciertas interpretaciones mías del texto porque sí me gusta explorar la Biblia en forma personal. Y como bien saben, una vez que la cosa queda escrita se hace crónica perenne de nuestros aciertos o estupideces. Debido a la supina ignorancia de que adolezco respecto de la rigurosidad del estudio bíblico he escrito cosas que me hacen recordar a aquel oficial del ejército boliviano que hace mucho años se acercó a mí después de una conferencia y me dijo estas palabras brillantes: “Ha sostenido usted una serie de imprecisiones”.
Ayer estaba tratando de documentar las palabras de Lamec a sus mujeres Ada y Zila y hallé cinco versiones diferentes. En una se entiende que iba a matar a un par de personas; en otra, se entiende que ya las mató, o al menos una y a la otra la dejó herida; otra versión dice que lo hizo pero parece que está arrepentido. Ahí me detuve. Cualquier camino que uno tome va a desechar otros que reclaman ser también auténticos. Así que cualquier cosa que uno afirme puede terminar siendo una imprecisión – o una ignorancia – de proporciones… bíblicas.
Y como no me asiste – ni por asomo – la intención de inaugurar otra versión pública y heterodoxa del famoso discurso de Lamec a sus mujeres declaro que en lo sucesivo estos artículos estarán exentos de referencias al texto y me he de concentrar en cuestiones de orden telúrico, poético, coyuntural y existencial.
Para reflexiones escriturales sepan nuestras lectoras y lectores que hallarán una abrumadora cantidad de materiales en internet donde serán satisfechas todas sus angustias, necesidades y ansiedades espirituales de orden bíblico.

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