Busca como las mariposas la luz esquiva y golpea inútilmente la ventana cerrada. Araña los muros buscando una salida. El aire espeso de la espera lo ahoga. La noche se ha venido encima con un rosario de pesadillas medievales y espejismos raros. Atrapado sin salida, arropado de miedo y de vergüenza circula por cuartos que cambian de forma y de color. A veces está afuera, otras se ahoga en una maraña de cuerpos y sonidos materializados.
Por los poros se le escapan antiguas energías. Los almanaques se suceden iguales de lunes a lunes y los noviembres se le pasan sin reparar que es primavera. En las mañanas lo convoca la rutina. En la noche se echa en el tedio de las horas.
Alquila ideas y sostiene compromisos porque quiere detener la fuerza de las cosas con imposibles matemáticos. Disfraza la esperanza pero igual los funcionarios la descubren y tiran a matar. Anuncia el día de la independencia pero los súbditos prefieren la estabilidad y el orden del imperio.
¿Hasta cuándo? ¿Hasta dónde? ¿Para qué? ¿Qué caso tiene? Lo que ayer era conquista hoy es material que se descarta por inútil. Lo que parecía gran pronunciación se reveló literatura de cuarta, panfleto puro. Las formidables historias envejecen en áticos y desvanes. Se oxidan las armas y los huesos. Las mismas cosas, nada más que dichas de distintos modos una y otra vez.
………
Qué va a hacer… Hay noches así. Pasan las horas y se habla con el silencio. Se vuelve atrás, se repasa el presente y ni por nada se imagina el futuro. Nos consolamos con lo invisible, porque lo más seguro es que no vamos a ver lo que soñamos. O tal vez lo que soñamos no es más que una obsesión insana – como las de Arcadio Buendía: imposibles matemáticos.
Hay, por cierto, otras noches. Ahí lo arropa a uno otro sentimiento: tibio, sereno, ingrávido…

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