Una pequeña acción, aunque no cambie el mundo, valida la esperanza. Hay amor. Algo así dice al final de la película una de las protagonistas de Paradise, que relata una de las miles de historias que se vivieron en los campos nazis de exterminio en la Segunda Guerra Mundial.

Validar la esperanza. En un café en esta mañana otoñal, busco el sentido de esta frase. Acabo de leer el periódico local que da cuenta del asesinato demencial de un chofer de microbús, la muerte salvaje de un señor que regresaba en su bicicleta a la casa y recibió una bala mortal en medio de una guerra de narcos, de las contradictorias versiones sobre el ataque químico a supuestos terroristas en Duma y de la pobreza abyecta en la que viven millones de personas en este país donde vivo ya hace varios años.

Hay esperanza, hay amor. ¿Y de qué sirvió eso a esas personas que murieron estúpidamente, personas que salían cada mañana al trabajo, a la escuela, a buscar algo para comer y que se encontraron en medio de la maldad de otros, completamente ajena a ellos? Estoy harto de escuchar que “fue plan de Dios, así es la vida, todas estas cosas ocurren por algo” y liviandades de similar calibre que lo único que hacen es ayudar a la gente común a descreer cada vez más de dioses y religiones fundamentales.

¿Cómo validar la esperanza cuando muchos de los militantes de la fe, la esperanza y el amor (1 Corintios 13:13) están más ocupados en ampliar sus enormes edificios de culto, adquirir la última generación de equipamiento multimedia, inaugurar sus modernos y sofisticados medios de comunicación – para multiplicar un mensaje que hace tiempo no tiene eco en la inmensa mayoría de la gente común – y viven obsesionados con la paz interior, la solución de sus problemas internos y la seguridad de la vida eterna?

¿Cómo validar a esperanza cuando a nadie le importa nada, cuando vivimos completamente ausentes de los otros (ocupo la primera persona del plural porque no me hago el loco), cuando andamos igual de desorientados como aquellos a quienes se supone tenemos que orientar con alguna verdad trascendente, cuando no tenemos otra motivación que ver cómo nos las arreglamos para ser felices, para encontrar pareja, mantener o cambiar la que tenemos, cuando…? Usted nómbrelo.

¿Cómo, me pregunto, validar la esperanza?

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