Otra vez los manzanos, la luna, el rostro arrugado de mi mamá, la tarde que cede a los fueros de la noche, la suma de los días. Los últimos resplandores del tiempo ido arrojan luces sobre el semblante de la presente oscuridad. La verdad vino a ser que el diablo sabía más por diablo que por viejo. Los años no suman al final; restan energía y agregan dolores. Algunos eligen arrugas sonrientes; a otros todo eso no les importa nada. Los viejos se quedan solos aunque estén rodeados de parientes.

Los otros días un amigo de setenta años nos preparaba un asado y rezumaba entusiasmo. Pero en la noche, tiene que levantarse como siete veces porque sólo así puede conjurar los dolores de la espalda que le acompañan desde hace mucho. Una abuela de noventa años recibe elogios por estar tan elegante y lúcida, pero en lo secreto anhela el último suspiro, el fin de la larga marcha. Los sentidos van perdiendo el sentido y ya pocas cosas tienen sentido.

“Tú con tus agüeros de viejo, no tienes por qué, todavía eres joven”. Como dije alguna vez, se agradece la intención pero en su fuero interno uno agradecería un silencio prudente. Ya fue. El prurito ese de invocar la eterna juventud, que ni existe ni es interesante, no me cierra.

Uno acumula cosas en la mente y esos son los haberes con que uno se otorga cierto solaz. Explicar una idea, escribir una frase, decir unas palabras con algún interés práctico, leer un libro que se buscaba hace tiempo, releer otro que nunca se olvidó, enseñar inglés a una niña pequeña, repasar el diario del domingo durante toda la semana. Luego lidiar con los fantasmas de la noche, el vaso de agua en la mesita de luz, leer un poco a las cuatro de la mañana, despertar a una hora en que todavía no se puede ir a la oficina, tomar la pastilla, amontonar el esqueleto para un intento más de gris transcendencia.

También pido silencio, pero para vivirme sin romanticismo; con alguna poesía claro, con un verso raso, breve, desnudo. Hay cosas que quedan por hacer pero sin duda son variaciones sobre el mismo tema, emociones revisitadas, salidas y retornos al mismo asunto de la vida, como esta noche: una vez más los manzanos y la luna.

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