(Notas escritas en un bus en un viaje reciente de Córdoba a Villa María)

Solía escribir mucho cuando viajaba. Formulaba el bosquejo de un proyecto de educación o borroneaba apuntes sobre el liderazgo que ejercía en una comunidad juvenil. También escribía bastante poesía y leía un montón. Han pasado los años y la imaginación se ha vuelto más remolona. Hay días en que incluso me cuesta un mundo escribir el artículo para este blog. A veces noto que hay muchas variaciones sobre un mismo tema.
Por otra parte, la poesía se nota un poco agripada. Lejos parecen estar los días en que la sentía a flor de piel. Todo me provocaba un verso, una imagen, un decir a veces violento y apasionado, en otras ocasiones lento y sutil. Hay demasiada materia a mi alrededor: mucha oficina, mucho escritorio, mucha computadora, mucho trámite. Así como se va estropeando la armonía entre la mente y el cuerpo, se fractura también la necesaria sincronía entre el ser y el deber.
También va quedando menos espacio para los sueños. Se sueña más cuando se es joven. El curso de los días va acortando la distancia con el horizonte, con la línea final. Ahora es más un tiempo de perspectivas, de precisiones, de ir nutriendo el alma de los jóvenes con grandes proposiciones, darles a ellos el material para los sueños.

“Me senté en la cuneta de la esquina de la casa de mis amigos, la dibujé y le agregué las palabras necesarias para completar la impresión. Una tarde vi aparecer una luna inmensa detrás de las montañas de la Faja Seis (tal vez cerca de Huichahue) y salió toda clase de sentimientos que quedaron guardados en un libro que jamás publiqué. Una vez iba en un bus desde Viña a Santiago y por la ventana me invadió una abrumadora melancolía de pinos y rayos de sol tardío que quedó registrada en una libreta de tapas negras. Relaté las impresiones de mi primer viaje en avión a Bolivia: nunca había visto nubes debajo de mí y entre los espacios vacíos la paleta verde y marrón del mapa meridional. Estampé en otros cuadernos de viaje la critica de mis iras institucionales, de mis peleas descomunales con los señores del magisterio y la bronca conceptual contra las imposiciones doctrinales del numen occidental…”

Yo escribí.

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