Leí recientemente una cita que afirmaba que los países que se alejan de Dios y de sus preceptos terminan hablando solamente de política. Tiene sentido si uno lo piensa un poco. Las sociedades necesitan ser dirigidas por una persona o un grupo de personas porque nadie se siente naturalmente atraído al caos. Y si los conceptos del reino de Dios – del modo que se lo comprenda – ya no orientan los días de las personas, van a buscar a alguien que lo haga.

Hoy día Dios es, ni más ni menos, el Estado. La gente espera que les provea y asegure buen gobierno, trabajo, prosperidad económica, salud, vivienda, educación, entretenimiento, seguridad, jubilación y exequias respetables.

Por lo tanto los gobernantes, los jueces y los legisladores que deben garantizar a la ciudadanía estos bienes son el centro de la noticia, la conversación y los análisis especializados. La prensa que reviso diariamente y el periódico del domingo – cuya lectura me toma la semana completa – ocupan entre el 60 y 70% de su contenido en el estado de la política, la economía y la seguridad pública.

La obsesión informativa se concentra en el precio del dólar, la inflación, el valor de la canasta mensual, estudiantil, de vacaciones y de las fiestas, los incrementos salariales, la producción industrial, las ventas y el comercio, las exportaciones, el riesgo país. Se ocupa también del estado de la gestión de gobierno y oposición. Otro gran tema es la inseguridad, las atribuciones de la policía y algunos de sus funcionarios coludidos con la mafia. Y finalmente cada cierto tiempo, las elecciones: locales, estatales y nacionales, de medio término, presidenciales, extraordinarias.

Si uno mira al conjunto de las informaciones resulta natural que todo pase por la política: no muere la esperanza que cierta persona o cierta coalición de personas administren decentemente todas estas cosas, salven al país y lo pongan en la ruta de la prosperidad, la seguridad y la exitosa inserción internacional.

No sugiero aquí que estas preocupaciones no sean legítimas. Hay mucha gente que está sufriendo necesidades. Pero más allá de eso, válido como es, observo que no parece haber una concepción más profunda de la vida que la satisfacción inmediata de las necesidades. No parece haber una visión, una causa, una mirada hacia los otros y hacia otros asuntos fundamentales de la vida.

La historia muestra generosamente cómo terminan las sociedades que llegan a este estado…

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