“Pedirle pololeo a la Gabriela y que diga que sí.
Vencer tu miedo a la oscuridad.
Inventar un nuevo sabor de helado.
Recuperar la vista.
Hacer una jardinería.
Hacer una obra de arte.”

Así, tal cual como fue escrita, tuve por un momento en mis manos esta pequeña y significativa lista que escribió un niño de nueve años en el curso en el que enseña una amiga mía en Chile (donde pololeo es la palabra para significar el ser novios).
Hay asombro y hay esperanza al recorrer los anhelos expresados en esta arrugada hojita de papel. Asombro porque allí donde uno esperaría intereses materiales encuentra vida, amor, arte, sentidos. Esperanza porque la belleza que hay en el deseo de este niño podría perdurar y contribuir a que este mundo sea un poco mejor.
¿Cómo pudo él aspirar a cosas tan distintas del poder, la riqueza, el éxito y la posesión de cosas y artefactos cibernéticos? ¿Bajo qué influjo singular, en el secreto de sus pensamientos, sueña con la Gabriela, desea vencer el miedo, sanar de la discapacidad de sus ojos y crear cosas bellas?
Esta pequeña descripción de proyectos desafía aquella idea de que el ambiente condiciona a las personas. Esta lista ha superado lo predecible. Ha roto los códigos de la cultura que con poder inusitado se ha apoderado de la mente de los niños. Aquí no hay violencia, no hay super héroes. Hay la expresión de los deseos humanos más fundamentales de la raza. He aquí la vida en treinta y tres palabras.
No todo está perdido. Hay luz en medio de la sombría realidad de un mundo contaminado por la maldad, la violencia, la destrucción de lo creado, la fealdad de las relaciones humanas. Emerge de la imaginación de un niño un mundo distinto y nos anima a creer que el demonio interior puede ser vencido por la belleza y por el clamor de la vida.
Manojito de sueños, minúsculo hilván de deseos infantiles, solemne declaración de principios de una vida sin la pesada mochila de la experiencia, ajena a la corrección política y los condicionamientos que van marcando la vida hasta convertirla en una pieza útil de la Gran Maquinaria.
La maestra le ha pedido que ponga esta lista en un marco. En diez años más será la enseña de una vida lograda o el testimonio flagrante de un manojito de sueños vencido por la realidad.

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