La reflexión de hoy viene a propósito de un breve video que me enviaron y que es presentado por Facundo Manes, neurólogo y comunicador que ha escrito mucho acerca de neurociencia y el cerebro.

En el documento citado Manes plantea por qué muchas veces la evidencia científica no cambia lo que pensamos. La idea más reveladora que encuentro en este video es que nosotros no vemos la realidad como es, sino que nuestro cerebro la filtra a través de nuestros esquemas mentales y sesgos (bias es la palabra original en inglés).

Un esquema mental es la visión que hemos formado de las cosas. Algunos autores lo llaman cosmovisión, es decir la manera en que miramos y entendemos el mundo.

Casi nunca esa visión del mundo es producto de un estudio y un análisis previo de los hechos. Al contrario, hemos ido asimilando convicciones a través de los años que nos han venido de la familia, de la escuela, de la iglesia, de nuestros amigos, de nuestras experiencias. La mayor parte del tiempo ese proceso es imperceptible para nosotros mismos. Pocas personas pueden decir exactamente en qué momento y cómo asumieron ciertas creencias.

Si además esas creencias están asociadas a emociones y sentimientos fuertes (alegría, gozo, enojo, violencia), tendrán una raíz más profunda y va a ser más difícil confrontarlas.

Agrega Manes en este interesante video que cuando nuestros esquemas mentales son desmentidos por la evidencia científica o estadística nuestra incomodidad es mucho mayor. Podemos llegar a negar esa evidencia y decir como una vez afirmó John Locke, “Si la realidad no coincide con mis palabras, peor para la realidad”.

Así que propongo como un ejercicio saludable preguntarnos si las cosas son como son o son como nosotros decimos que son.

Los cristianos – como siempre – tienen posturas extremas al respecto. La más clásica de ellas es cuando te dicen: “No se trata de lo que yo creo o no creo. Se trata de lo que dice la palabra de Dios.”

Lo que ellos no advierten es que están trasmitiendo esta idea: “Se trata de lo que yo creo que dice la palabra de Dios”. Y ese es un callejón sin salida. La persona cree que lo que ella cree que dice la palabra de Dios, ESO es lo que dice. Aquí, el diálogo es imposible.

En el siguiente artículo vamos a considerar la caracterización de una mente abierta y una mente cerrada.

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