Ya no me llamen Noemí repuso ella. Llámenme Mara, porque el Todopoderoso ha colmado mi vida de amargura. Rut 1:20 (NVI)

A lo largo de toda nuestra vida, los seres humanos podemos sufrir grandes y pequeñas pérdidas que nos afectan emocionalmente, por  ejemplo: la muerte de un ser querido, el abandono del cónyuge, la muerte de una mascota, el cambio de domicilio, pérdidas materiales, pérdida de un empleo, etc. que en su mayoría son difíciles de sobrellevar.

En la Biblia encontramos a una mujer que tuvo que atravesar grandes sufrimientos que marcaron su vida por completo. Una de las más duras experiencias fue perder a su esposo, tal vez se encontraba reponiéndose de ese dolor, pero al pasar de los años pierde también a sus hijos, entonces decide volver a Moab junto a sus dos nueras. A pesar de que el tiempo pasaba, le era difícil enfrentar esta situación, vivía encerrada en sus recuerdos y en su amargura, no pudo percibir las bendiciones de Dios por lo que decide cambiarse de nombre: “no me llamen más Noemí (que quiere decir dulzura), llámenme Mara (que significa amargura)”.

No sabemos lo que había en el corazón de Noemí como para que su fe haya sido probada. No podemos decir que se trataba de un castigo de Dios como consecuencia de sus actos, porque en realidad no fue lo que Él quiso para ella, sus propósitos iban más allá de lo que esta mujer pudo imaginar. Tal vez no entendamos sus planes en el momento de la prueba, pero muchas veces nuestro padre permite que atravesemos por grandes dificultades para que seamos examinados, como en el caso de Job; hombre justo quien fue puesto delante de satanás para ser probado que aun medio de la escasez, su amor por Dios no cambiaría.

¿Qué es lo que aflige tu corazón? ¿Las pérdidas que has sufrido te han dejado marcas difíciles de olvidar? Muchas veces Dios permite que atravesemos por situaciones difíciles para probar nuestra fe y para que nuestro carácter sea moldeado en medio de ellas.

A pesar de la situación en la que te encuentres, no permitas que la aflicción se enraíce en tu interior, no te centres en el problema porque no hay nada que destruya más que el concentrarnos en nuestro propio dolor.

Pero como sabemos que Dios nunca llega tarde a nuestras aflicciones, en un momento de esos el Señor tocó el corazón de Noemí, cuando empezó a salir de su dificultad y le dijo a una de sus nueras: “hija, yo tengo que hacer algo por ti”. Pudo darse cuenta que al ver la necesidad del otro, su dolor empezó a disminuir hasta ser completamente restaurada.

Dios decidió utilizar situaciones y  personas para permitirle a  Noemí gozar de una mayor bendición. Hoy podemos recordar a una suegra que influenció/influyó en el corazón de su nuera para experimentar la salvación que no conocía y ser elegida para que de sus descendientes naciera nuestro salvador.

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Romanos 8:28 (RVR)

Por Ruth Mamani

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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