Stephen, un niño africano que fue abandonado por su madre y maltratado por sus familiares, se crió en la calle. Después de un fallido intento de suicidio ingresó en una organización terrorista.

Se le enseñó a odiar, a manejar las armas, y se le confió la misión de sembrar el terror en la población civil. La ocasión se le presentó cuando una misión cristiana organizó unas reuniones. El propósito de Stephen era lanzar algunas granadas al público.

Para ello se mezcló entre la gente. El predicador habló con convicción sobre el tema del pecado, señalando con el dedo al auditorio. Atónito, Stephen creyó que se refería a él. ¿Cómo conocía su vida? Luego el predicador habló de la gracia de Dios, de su poder para transformar vidas.

Stephen estaba tan impactado que olvidó su misión de sembrar el pánico. Se acercó al predicador y le contó su vida. Stephen comprendió que el amor de Dios podía cambiar su vida.

Por lo tanto si estas a punto de dejarlo todo, si ya no aguantas más los problemas que estás viviendo, si te sientes solo(a), si todos te fallaron, si te sientes triste y abatido, sea cual fuere tu situación. Recuerda que el amor de Dios es infinito y sin límites que sobrepasa todo; tan grande que no podemos ir arriba de él, tan profundo que no podemos ir debajo de él y tan ancho que no podemos ir fuera de él. Este amor es incomprensible, incomparable, sin barreras, tan bueno que fragmenta las tristezas, da alegría y paz en medio de la tempestad; este amor es tan inmenso y maravilloso que es capaz de hacer lo posible para que vivas en paz, siempre permanece firme ya que nunca se agota, es capaz de sacarte de los peores momentos, de aquellos que muchas veces tú crees imposible de salir. Así es el amor de Dios.

Isaías 49:15-16 nos enseña cuán grande es su amor para con nosotros, pues nos dice: ¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré! Grabada te llevo en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes. (NVI)

Cuando comprendemos cuánto nos ama el Señor, nuestras vidas no pueden quedar igual a lo que éramos. Su amor es tan único y lleno de gracia que nadie podría resistirse a él; es la única esperanza y nuestra mayor preocupación debería ser descubrir el amor de Dios hacia nosotros.

Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero. 1 Juan 4:19 (NVI).

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario