Cuentan que dos hombres, muy experimentados y que habían viajado mucho, sintiéndose orgullosos de eso, se jactaban de no necesitar la ayuda de nadie para saber qué tren tenían que  tomar, en cierta oportunidad se dirigieron a la estación y se acomodaron en un buen compartimiento del tren que ellos creían ser el que  los llevaría a su destino.

Por tres veces un joven de equipajes asomó su cabeza en el compartimiento para avisarles que debían pasar al coche de adelante. Por fin uno de ellos se decidió a preguntar, con aire de suficiencia:

      – ¿Y por qué no podemos quedarnos dónde estamos?

     – Por nada- respondió el hombre- solamente que este coche no está  enganchado al tren, de  manera que  no les llevará a ningún parte”

Los seres humanos somos así, confiados en nuestro conocimiento, nuestras fuerzas, los bienes acumulados, la influencia de la gente que conocemos y muchas cosas más; nos embarcamos en proyectos confiados en una u otra cosa terrenal e incluso buscando religiones que llenen el vacío que llevamos, cuando sólo Dios puede hacerlo.

No está mal ser emprendedor, por el contrario, el problema está en no saber reconocer nuestras limitaciones, el confiar en las cosas materiales, en personas tan falibles como nosotros.

Mucha gente, confiada en sus conocimientos rechaza los consejos de los demás  e incluso, deja de consultar con Dios si esa es Su voluntad.  Apoyados en su autosuficiencia se embarcan en su orgullo y emprenden el viaje. Pero, ¿Será que los llevará a su destino?, ¿El vagón será el correcto?

Por algo, en Proverbios 3:5-8 se nos aconseja: “Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar.No te dejes impresionar por tu propia sabiduría.En cambio, teme al Señor y aléjate del mal. Entonces dará salud a tu cuerpo y fortaleza a tus huesos” (NTV)

Hoy es un buen día para detener nuestra marcha acelerada y pensar si estamos seguros de estar en el lugar, el proyecto o la empresa correcta; si no cabe la posibilidad de que confiando en nuestro conocimiento no hayamos embarcado en el coche incorrecto y que después de muchos sacrificios y tiempo nos percatemos que el vagón en el que nos sentamos nunca se movió.

Pídele a Dios que te de la humildad necesaria para reconocer tus limitaciones, la sabiduría para tomar las decisiones correctas, que te  muestre su voluntad y te de la fortaleza y determinación para seguirla.

Cuando te embarcas en un vagón tomado de la mano de Dios, puedes estar seguro de que llegarás al lugar correcto sano y salvo.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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