No hace mucho recibí un correo en el que la persona decía que “había perdido la fe” y que su vida espiritual ya no era la misma. Se congregaba rara vez, oraba de vez en cuando y había dejado de leer la palabra de Dios. ¿Qué sucedió?

“Timoteo, hijo mío, te doy estas instrucciones, basadas en las palabras proféticas que se dijeron tiempo atrás acerca de ti. Espero que te ayuden a pelear bien en las batallas del Señor. Aférrate a tu fe en Cristo y mantén limpia tu conciencia. Pues algunas personas desobedecieron a propósito lo que les dictaba su conciencia y, como resultado, su fe naufragó. Himeneo y Alejandro son dos ejemplos. Yo los expulsé y se los entregué a Satanás, para que aprendieran a no blasfemar contra Dios. 1 Timoteo 1:18-20 (NTV)

En los pasajes que hemos leído encontramos a Pablo dándole instrucciones a Timoteo, en ellas menciona a Himeneo y Alejandro, dos personas que voluntariamente desobedecieron las instrucciones del Señor y distorsionaron su posición como hijos. Se habían desviado del camino, ya no tenían la misma relación con Dios que al principio y terminaron alejándose. A tal punto que blasfemaron contra Dios.

Y desafortunadamente ellos no son los únicos. Conozco personas que años atrás vivían en la fe, predicaban el mensaje de Cristo, servían al Señor con pasión, se congregaban constantemente y que hoy tristemente han dejado de hacerlo y se han olvidado de Dios.

Independientemente de cuál sea el motivo o la circunstancia por la cual una persona se aleja de Dios, tiene un problema inicial y es descuidar la fe. Ésta no es algo que se da por hecho una vez que recibas a Jesús en tu corazón y tampoco es algo que no puedes perder en el camino. Se debe alimentar por medio de la palabra de Dios para que eso no suceda. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” Romanos 10:9-10.

Un claro ejemplo es cuando Pablo llegó al final de su vida y le dijo a Timoteo. “… yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” 2 Timoteo 4:6-9 (NTV)

“He guardado la fe” No hay duda de que la fe se debe alimentar, cuidar y guardar, mediante la comunión con el Señor (Orando y meditando en su Palabra). Y eso debe ser lo más importante para un hijo de Dios. Pablo, al final de su vida, no dice: “He sido un profesional exitoso, he dado mis diezmos en gran cantidad, he tenido casas y autos, he sido bueno con todos, etc.” Simplemente dice: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.” Eso muestra que su principal prioridad era guardar las enseñanzas que había recibido de Jesús.

Con seguridad el apóstol Pablo iba a terminar mal y lejos de Dios si hubiese descuidado su relación con su Creador, pero decidió en su corazón obedecer todas sus instrucciones. ¿Cómo estás con relación a tu fe? Si te das cuenta que la incredulidad se ha apoderado de ti y los pensamientos de duda han invadido tu mente, has un alto en tu vida y examínate.

No descuides tu fe, porque  es lo único que te mantendrá en el camino.

Oremos:

“Dios amado, te doy gracias por todo lo que tú haces en mi vida, gracias porque lejos de juzgarme y echarme de tu presencia, me buscas para hacerme entender y mostrarme que aún puedo volver a ti. Perdóname por haberme  alejado de ti, reconozco que me dejé llevar por otras cosas y hoy me arrepiento. Quiero comenzar de nuevo con tu ayuda, dispongo totalmente mi corazón para que obres en mí, en el nombre de Jesús, amén.”

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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