A un árbol se lo identifica por sus frutos y a nosotros por la manera en que nos comportamos. Así como un buen árbol no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos, tampoco nosotros podemos seguir siendo las mismas personas y teniendo los mismos pensamientos y actitudes como quien no recibió a Jesús como nuestro Salvador; porque de ser así no estaríamos mostrando la obra que Él empezó en nosotros y que la va perfeccionando día a día.

Romanos 8:14 dice que sólo los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios, de modo que ya no podemos seguir siendo dominados por los deseos de nuestra carne, necesitamos mediante el poder del Espíritu, hacer morir cada día tales acciones, porque como Mateo 3:10 dice: “El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no produzca buen fruto será cortado y arrojado al fuego”.

Nadie quiere tener ese fin, pero depende de cada uno ya no seguir manifestando las obras de la carne, sino más bien reflejar el fruto del Espíritu que es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.

No crean ustedes que pueden engañar a Dios. Cada uno cosechará lo que haya sembrado. Si seguimos nuestros malos deseos, moriremos para siempre; pero si obedecemos al Espíritu, tendremos vida eterna Gálatas 6:7-8 (TLA)

¿Y tú qué tipo de frutos estás dando? Si aún sigues pensando, hablando, sintiendo, mirando y escuchando cosas que no edifican tu vida ni la de los demás, ya no lo sigas haciendo, no hay tiempo que perder, empieza hoy a tener otra actitud porque no tienes la seguridad de estar vivo mañana y porque a través tuyo muchos pueden llegar a querer tener a Jesús en sus vidas y experimentar el mismo cambio.

Sólo con la ayuda del Espíritu Santo es que podemos llegar a ser hombres y mujeres conforme al corazón de Dios, sabios, prudentes e íntegros.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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