Cuentan que el secretario de Oliver Cromwell fue enviado a Europa con una misión diplomática importante. Una noche, en la que descansaba en un puerto, daba vueltas sobre su cama sin poder dormir.

Según la costumbre de aquellos tiempos, él viajaba siempre con un sirviente, el cual dormía en su cuarto plácidamente. El secretario, finalmente fue a despertarlo. El hombre, sorprendido, le preguntó a su señor cuál era la causa de su inquietud.

–          Tengo mucho temor de que fracase nuestra misión- fue la respuesta.

–          Señor – dijo el ayudante – ¿me permite hacerle un par de preguntas?

–          Puedes hacerlo.

–          ¿Dios gobernaba el mundo antes de que nosotros naciéramos?

–          Seguramente que sí.

–          ¿Y continuará gobernándolo cuando nosotros hayamos muerto?

–          Por supuesto que lo hará.

–          Entonces, señor, ¿por qué no le dejamos gobernar el presente también?

La fe del secretario fue estimulada por estas sencillas preguntas, produciendo confianza y paz en su corazón, lo que les permitió reconciliar el sueño rápidamente.

Suele pasar que muchos de nosotros nos admiramos con los diferentes relatos que vemos en la Biblia, cuando Dios hace lo imposible, lo inimaginable: le dio un hijo a Abraham cuando era humanamente imposible por su edad, dividió el Mar Rojo, detuvo el sol, alimentó a su profeta a través de cuervos y hay muchos milagros más. Y si empezamos con el Nuevo Testamento vemos a Jesús sanando enfermos, resucitando muertos, liberando endemoniados, mostrando misericordia y perdonando a todo pecador arrepentido. Cuando leemos todas estas historias nuestro corazón se regocija sabiendo que tenemos un Dios poderoso.

El problema surge cuando dejamos a Dios en esos relatos bíblicos y no creemos que  pueda obrar en nuestras circunstancias, queremos hacernos cargo personalmente de nuestros problemas. Entonces, empezamos a sentirnos atribulados, agotados,  nuestra fe flaquea, y finalmente sentimos que nuestras oraciones no son respondidas.

Dios no es un personaje inventado por un novelista. Dios es Dios y no cambia; su poder, su misericordia, su amor y sus promesas se mantienen  y son favorables a aquellos que lo aman y lo buscan. Lo único que Él demanda de nosotros es fe y no nos pide mucho, es tan poco lo que pide que lo ejemplifica comparándola con una semilla de mostaza, ¿Sabes cuánto mide una semilla de mostaza?

“Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería”. Lucas 17:6

Dios estuvo en tu pasado (aún antes de que nacieras), está en tu presente y estará en tu futuro, es más Él ya lo conoce, ya estuvo allá. Entonces, ¿por qué temer?

Si necesitas un milagro solamente cree, no dudes del poder de Dios porque Él sigue respondiendo nuestras oraciones y haciendo cosas maravillosas a nuestro favor.

“A eso se refieren las Escrituras cuando dicen: «Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado,  ninguna mente ha imaginado, lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman»”. 1 Corintios 2:9 (NTV)

Dale a Dios tus cargas y preocupaciones, permite que gobierne tu presente,  cree con todo tu corazón que sus planes son de bien para tu vida y verás suceder milagros.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario