La Capilla Sixtina, decorada entre el año 1508 y 1512, ubicada en Roma, es la estructura más famosa en dicha ciudad; y a nivel mundial, su nombre no es desconocido para nadie. Esto se debe al tipo de arquitectura que fue usada para su construcción, la cual evoca al Templo de Salomón del Antiguo Testamento;  además,  la decoración fue hecha por el artista más grande de la época del renacimiento, Miguel Ángel.

Durante los trabajos que se realizaban en la Capilla Sixtina, el artista estaba pintando la bóveda del templo, encaramado en lo alto de un andamio de dimensiones pequeñas.  Pincelada a pincelada con frecuencia daba unos pasos hacia atrás para contemplar su obra. Miguel Ángel estaba tan feliz con su trabajo que entre más retrocedía más sonreía, pero no se daba cuenta que estaba al borde de las tablas que lo suspendían.

Otro pintor que lo ayudaba, viéndolo en peligro y comprendiendo que una palabra o grito podría sorprenderlo y hacerle perder el equilibro, determinó  arrojar una brocha sobre la obra de arte que el genio pintor contemplaba.

Miguel Ángel,  al ver que su dedicado trabajo estaba a punto de arruinarse, sorprendido y enojado, violentamente se dirigió hacia adelante para evitar que el proyectil arruinara su obra de arte.

De igual forma, muchas veces, contemplamos con agrado todo lo que Dios nos ha dado y al ver que todo está saliendo bien nos permitimos retroceder en nuestro trabajo para descansar y contemplar orgullosos las diferentes bendiciones en nuestra vida. Pero es en ese momento que Dios permite que un dardo del enemigo penetre las barreras de nuestra fe, no porque las promesas divinas de protección y cuidado se hayan quedado en el olvido, sino para protegernos de caer en otros peligros mucho más grandes.

Al ver que todo anda bien en el ministerio, que nuestra familia parce estar tranquila, que nuestro trabajo está creciendo, al contemplar nuestra bendición, muchas veces nos atrapa la rutina, la tranquilidad nos adormece y creemos que podemos darnos una tregua para retroceder y descansar.

La tranquilidad que adormece nuestros sentidos pude ser repentinamente quebrada por un problema que surge y que obliga a tener una reacción para evitar un desastre. El apóstol Pablo al ver los múltiples problemas que atravesaba la iglesia en Roma escribió: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” Romanos 8:28.

Cuando un problema emerge repentinamente de la tranquilidad, muchas veces es para evitar que caigas en otro mal mucho peor.

Sin duda, una mancha de pintura podía ser reparada en el muro que pintaba Miguel Ángel, pero una caída desde la altura de un andamio podría haberle cobrado la vida.  De igual forma, una bendición de Dios en tu vida repentinamente atacada puede ser la forma que Él usa para que no caigas en un peligro mucho peor.

Dios siempre está en control de todo.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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