Mi abuela nunca conoció a su padre. Su mamá siempre le dijo que era hija del señor X, pero él siempre lo negó por la simple razón de que ellos no tenían ningún parecido físico. Este hecho se vio reforzado cuando mi bisabuela tuvo más hijos de otro hombre, y cuando el señor X tuvo hijos de otra mujer. Mi abuela quedó atrapada en medio de dos familias, en las que presumo, nunca encajó. Durante toda su vida, mi abuela siempre quiso conocer a su verdadero padre, y entender de una vez por todas, por qué es que tenía rasgos asiáticos cuando ni los hijos de su madre, ni los de su supuesto padre, los tenían.
Con el paso del tiempo, la identidad del progenitor de mi abuela se convirtió en un tema que afectó al resto de su familia. Por su parte, mi papá comenzó a indagar la verdad detrás de todo este asunto, y descubrió que era muy probable que mi abuela no fuera hija del señor X, sino de un japonés. Por supuesto, se intentó confrontar a mi bisabuela para que confirmara esta teoría; sin embargo, ella prefirió el silencio. Pese a los infructuosos intentos, al final, no se pudo hallar al papá de mi abuela y ella murió con el perpetuo anhelo de conocerlo.
Esta situación ha marcado profundamente mi historia familiar. Es una pieza que falta. Un lugar vacío en las fotografías. Es alguien que podría haber tenido las respuestas a muchas preguntas que por años se hizo mi abuela, luego mi padre, y ahora yo.
Sé que hay miles, tal vez millones, de personas que viven realidades parecidas. Quizá tienen a alguien que falleció y al cual extrañan, o alguien a quien nunca conocieron, o simplemente nunca estuvo presente en sus vidas. A todos los que se sienten identificados, quiero decirles que es muy probable que nunca olvidemos a esa persona. Siempre existirá una pizca de ilusión que nos haga imaginar cómo habría sido si él o ella estuvieran presentes. Sin embargo, debemos recordar que todos los seres humanos nos equivocamos a menudo, y es posible que si esa persona que falta estuviese presente, las cosas no serían tan felices como creemos.
En Salmos 27:10, dice: Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos” (NVI). Dios es el único que nunca falla, jamás miente, siempre perdona y olvida, no juzga, y siempre está presente. Los demás pueden defraudarnos pero Él no lo hará.
Si hay alguien que falta en tu vida, no permitas que se convierta en el centro de tu existencia. Algún día, más personas cercanas a ti también se irán, y esto es algo inevitable. No obstante, el único que siempre permanecerá es Dios. Si Él está en tu vida, entonces ya lo tienes todo.
 
Este artículo fue producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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