El libro de Daniel capĂtulo 4 relata un sueño que tuvo el rey Nabucodonosor, cuya interpretaciĂłn le fue revelada a Daniel. En los versos 28 al 37, se observa el cumplimiento de ese sueño, el texto indica que el mencionado rey fue echado de entre los hombres y comĂa hierba como los bueyes.
Este puede ser un caso bastante fuerte y difĂcil de asimilar, ÂżcĂłmo un rey de la talla y con el poder de Nabucodonosor, pudo llegar a perder la razĂłn hasta tal punto?
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El verso 30 indica que Ă©l creĂa que todo lo que habĂa alcanzado era fruto de su esfuerzo y por ende para su gloria.
Este tipo de actitud sigue siendo comĂșn en nuestros dĂas, creer que todo lo que uno tiene se debe Ășnicamente al esfuerzo impreso, o que uno debe tener lo que desea porque lo merece; con esto no digo que estĂ© mal esforzarse por alcanzar una meta y recibir los beneficios del trabajo realizado, lo malo es olvidar de quiĂ©n provienen esas bendiciones, es decir, dejar de lado a Dios.
Cada uno, al ser una persona Ășnica, tiene una manera diferente de ser tratado, no es que todos pasaremos por una experiencia como la del rey de la historia, pero evidentemente serĂĄ necesario pasar un proceso propio, de tal forma que podamos comprender que nuestro sustentador es Dios y que de Ăl proviene la provisiĂłn necesaria para nuestras vidas.
Nabucodonosor lo expresa de esta manera: âMas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcĂ© mis ojos al cielo, y mi razĂłn me fue devuelta; y bendije al AltĂsimo, y alabĂ© y glorifiquĂ© al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y Ă©l hace segĂșn su voluntad en el ejĂ©rcito del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ÂżQuĂ© haces?
Al cabo del tiempo señalado, el rey tomĂł la mejor decisiĂłn, reconociĂł la soberanĂa y poder de Dios, y que todas las cosas estĂĄn sujetas a Ăl.
De igual manera, como Hijos suyos debemos no sĂłlo dar gracias a Dios por las bendiciones recibidas, sino tambiĂ©n, reconocer que en Su soberanĂa actĂșa en favor nuestro, con la intenciĂłn de atraernos a Ăl, tal como sucediĂł con el rey Nabucodonosor.
âAhora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y Ă©l puede humillar a los que andan con soberbia.â Daniel 4:37 (RVR1960).
Por Cesia Serna
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El siguiente crĂ©dito, por obligaciĂłn, es requerido para su uso por otras fuentes: ArtĂculo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.