Un gran pintor cuenta que un dĂa su madre saliĂł de compras y le encargĂł que cuidara de su hermanita. Por pasar el rato, el niño dibujĂł el retrato de la pequeña. Cuando su madre regresĂł, los abrazĂł y beso cariñosamente mientras le dijo:
   –  ¥Hijo mĂo, has dibujado a Sally! ÂĄEs maravilloso!
Años despuĂ©s, Ă©l dijo que esas palabras y ese beso de su madre lo habĂan estimulado a ser pintor.
Todos necesitamos palabras de aliento, de reconocimiento, gente que valore lo que hacemos, lo que somos. Por eso, antes de proferir cualquier palabra debemos ser conscientes del poder que Ă©stas tienen en la vida de los demĂĄs y en la propia.
âLa muerte y la vida estĂĄn en poder de la lengua, Y el que la ama comerĂĄ de sus frutosâ Proverbios 18:21
Muchas veces hablamos por hablar y no consideramos que podemos estar marcando a alguien de por vida, que en lugar de sacarlo del pozo en el que se encuentra le estamos echando tierra, que anulamos el potencial que puede tener y, de esa forma, evitamos que cumpla el propĂłsito con el cual fue creado.
Lo peor es que no sĂłlo lo hacemos con otras personas, sino con nosotros mismos. Cometemos un error y nos vamos auto descalificando, somos muy duros con las auto crĂticas. No perdonamos nuestros errores y olvidamos que estamos en proceso de formaciĂłn para el propĂłsito para el cual fuimos creados.
Empieza a decirle cosas buenas a los que amas, que asà como el pintor comenta cómo las palabras de su madre fueron trascendentales para él, haya también otras personas que digan lo mismo de ti y recuerda que Dios ve mås allå de tus imperfecciones y te ama mås de lo que puedas imaginar, asà que deja de menospreciarte.
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El siguiente crĂ©dito, por obligaciĂłn, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artĂculo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.