Tuve el privilegio de nacer en una familia cristiana. Mis abuelos eran pastores y prácticamente crecí en la iglesia. Desde niña me enseñaron las historias bíblicas. A temprana edad aprendí que todos somos pecadores, pero que Jesús vino a morir por nuestros pecados y a darnos el regalo de la vida eterna. Durante mi infancia y adolescencia, mi vida giró alrededor de Dios, la Biblia y la iglesia; así que, en cierto punto, resultó lógico que los siguientes pasos fueran entregarle mi vida a Cristo y bautizarme. Por años, creí que todo estaba bien, pero un día me di cuenta de que nacer en una familia cristiana me había llevado a adoptar una actitud negativa.

Por años, vi a personas conocer a Jesús y a maravillarse por cada historia y palabra que leían en la Biblia. Observé que, para ellos, todo era un nuevo y maravilloso mundo por explorar y que lo hacían con gusto. Mientras que, yo leía la Biblia sin emocionarme ni encontrarle nada nuevo. Las historias de las proezas que Dios hizo, me parecían simples y no eran tan impresionantes como lo habían a mis ojos cuando tenía cuatro años. Para mí, la historia de Jonás se resumía en un hombre que fue tragado por un enorme pez y luego fue vomitado al tercer día. Tuve esta actitud por mucho tiempo, hasta que un día comprendí que había perdido la capacidad de asombro.

Al leer Mateo 18:3, entendí que debía imitar el ejemplo de los niños. Al venir al mundo, los pequeños se asombran de todo. Para ellos, el funcionamiento de cada cosa es una novedad y les parece que cada objeto es fascinante. Sin embargo, conforme van creciendo, se acostumbran a lo que los rodea y pierden su capacidad de maravillarse. En Mateo 18:3 se nos pide volver a ser como niños si queremos entrar al reino de los cielos, lo cual implica volver a delitarnos en las cosas de Dios, incluso si la conocemos desde años.

Cuando comencé a poner esto en práctica, noté que habían miles de cosas que no había notado antes, pero que ahora me parecían asombrosas. Empecé a darme cuenta que la rutina le había quitado emoción a la Biblia, pero que nunca es tarde para quitarse la venda del conformismo y comenzar a ver la Palabra de Dios con otros ojos. Después que identifiqué mi error, comencé a cambiar mi actitud y a revivir mi capacidad de asombro.

Probablemente muchas personas se sientan de la misma manera, ya sea que provengan de una familia cristiana o no, pero nunca es tarde para volver a ser como niños. Aún hay tiempo para deleitarnos nuevamente en las enseñanzas bíblicas y tener la inocencia de los niños.

 

Entonces dijo:
―Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos.”
Mateo 18:3 (NVI)

Originalmente publicado en https://loutorres.wordpress.com/

 
 
Este artículo fue producido para radio cristiana CVCLAVOZ.

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