De la misma manera en que hay debate por la fecha exacta en la que nació Jesús, el día en que debe celebrarse la Pascua es causa de controversia. Para el siglo IV, la polémica ya había empezado y se tiene un registro gracias a Eusebio de Cesarea, quien detalló en su libro La Historia de la Iglesia las primeras discusiones que se dieron por calcular el momento exacto en que resucitó Jesús. El debate también se extendió hacia las costumbres que debían practicarse; algunos recomendaban hacer ayunos y vigilias, mientras que otros sugerían organizar grandes fiestas para celebrar la resurrección de Cristo.
Con el paso del tiempo, se hicieron diversos cálculos para saber la fecha, y cada uno de ellos variaba de acuerdo al calendario que se utilizaba, o a la interpretación bíblica. Estos argumentos han causado mucha división entre los creyentes; sin embargo, entre estos disentimientos se ha perdido la razón fundamental por la cual celebramos la Pascua: Jesús.
Sin importar el día en que Jesús haya nacido, muerto y resucitado, es importante tener presente que su sacrificio merece que vivamos cada día siguiendo su ejemplo. Celebrar a Jesús un día y olvidarse el resto del año es una manera de rechazar el acto de amor que hizo por nosotros al morir en una cruz. Así que, en lugar de deliberar cuándo debemos celebrar la Pascua ¿por qué no comenzamos a reflejar el cambio que hizo Jesús en nosotros?
“Pero él fue herido por nuestras rebeliones, fue golpeado por nuestras maldades; él sufrió en nuestro lugar, y gracias a sus heridas recibimos la paz y fuimos sanados.” Isaías 53:5
Este artículo fue producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.