“El papel aguanta todo”, decían los grandes cuando yo era un adolescente. Me costaba aceptar esa afirmación porque mi mundo, sin televisión y sin ninguno de los recursos tecnológicos de hoy, estaba poblado de palabras escritas que eran mi ventana al mundo. En los libros encontraba ideas e imágenes que iban conformando una realidad que quería vivir cuando creciera. Así que aquella afirmación me parecía atroz porque echaba por tierra tales aspiraciones. Arrojaba sobre mi imaginación una sombra de duda: las palabras pueden ser muy bonitas pero son los hechos los que determinan todo. Tal vez recuerdan que les conté de esa frase lapidaria que me dijo un jefe mío hace muchos años: “No hay nada mejor que la realidad”.
No creo que lo hice de manera muy consciente, pero desde entonces me acomodé lo mejor que pude a la realidad. Fui un caballeroso funcionario y operaba como un aceitado engranaje de la maquinaria. Sin embargo sostuve en mi mundo secreto el anhelo impenitente de que algún día aquellas ideas e imágenes cristalizaran y le dieran otra forma a mi pedestre realidad. Aunque fuera una vida entera la que tuviera que esperar, no iba a dejar que el sistema me venciera.
Otra cosa vino a incomodarme cuando crecí. Los adultos, en particular los dirigentes, sostenían un mundo de palabras donde residían sus ideas, sus doctrinas y sus indicaciones de cómo se debían hacer las cosas. Pero observé que esos discursos no tenían un correlato consistente en sus acciones; así, llegué a la conclusión de que es la realidad la que aguanta todo y que el papel en definitiva es más honesto. Creo haber mencionado en este blog que nunca me ha molestado mucho que la gente meta las patas – o las manos. Me enoja más que traten de venderme la idea de que nunca lo han hecho y que encima rasguen vestiduras cuando algún desafortunado prójimo es sorprendido en un incómodo traspié.
Las generaciones jóvenes parecen bastante más sensibles que nosotros a esta discrepancia entre palabra y realidad y por ello se muestran renuentes a creer en los discursos de la dirigencia y a participar en los procesos de la política y de otras instituciones sociales.
Lo que resulta irónico es que encuentren más realidad en el mundo virtual que en los cotidianos hechos de la vida…
(Este articulo ha sido escrito especialmente para la radio cristiana CVCLAVOZ)