Volvió, por tanto, a desesperanzarse mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría
(Eclesiastés 2:20)
Leí anoche que aunque muchos atribuyen este libro al rey Salomón lo más probable es que terminó de compilarse después del exilio judío, un poco antes del año 400 o 300 antes de Cristo y que hay pruebas bastante concluyentes de que él no fue su autor. Interesante porque siempre me pareció un poco raro que después de haber escrito cuestiones tan juiciosas como los Proverbios y el Cantar de los Cantares se despachara este tomo tan existencialista, casi postmoderno.
Como sea, lo que me atrae de este libro es la precisión con que identifica y describe la oscuridad de la conducta humana, la relatividad y la tragedia de la vida, no como negación de Dios sino como contraste con la fuerza terrible de las cosas.
Es sorprendente y a la vez tranquilizador que alguien que sostiene la realidad de Dios tenga la presencia de ánimo para mirar la realidad de un modo tan descarnado, hasta cruel en algunos momentos. Sorprendente porque se aleja ostensiblemente de ese discurso dulzón y superficial acerca de la felicidad y de las cosas buenas de la vida que circulan abundantemente por internet. Tranquilizador porque uno no se encuentra solo entonces en la constatación de la miseria propia y de la que nos rodea por todas partes, no sólo en forma de flagrante pobreza material sino como despropósito, como alteración de la paz, como cahuín inoportuno e incesante.
Por el solo disfrute de reconocerse en algunas palabras que reflejan lo que somos y experimentamos en las horas de bronca y decepción dejo aquí estos fragmentos para que nos acompañe a nosotros, porque a las personas felices y rozagantes esto no les va a decir nada:
Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse… El sabio tiene ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro… Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol, y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador…