Hubo un misionero que junto con explorar la selva en busca de almas por salvar tocaba la flauta traversa maravillosamente. Todas las tardes se sentaba bajo una gran acacia y arrancaba de su instrumento las notas más dulces.
Con el tiempo los animales, incluso los salvajes, se sentaban a su alrededor para oír en silencio la interpretación a la que se habían acostumbrado. Una de aquellas tardes, en medio del concierto, salió de la espesura un enorme león y sin mediar rugido alguno se lanzó sobre el desprevenido ejecutante y dio cuenta de él como debidamente hacen los leones con su presa.
El resto de los animales comenzó a retirarse lentamente. Un joven tigre dice a su compañero, “¿No te dije yo que uno de estos días iba a aparecer este león sordo y nos iba a echar a perder las veladas musicales?”
Tanta gente no escucha. O que se cierra cuando sus esquemas mentales son confrontados con una idea que requiere un grado de elaboración que va más allá de las frases hechas y de los titulares de las convicciones personales.
Comentaba en un programa radial acerca de la protesta social, sus fundamentos y una probable aproximación bíblica a la idea. Alguien de la audiencia envió un mensaje preguntándose si yo era de izquierda, si apoyaba los “pañuelos verdes” y si estaba a favor del aborto.
Semejantes reacciones son tan desalentadoras. La persona no respondió a ninguna de las cuestiones que efectivamente estaba tratando. Simplemente me puso una etiqueta y seguramente se sintió altamente satisfecha de haberme “confrontado”.
No puedo sino pensar en la desdicha de ser victimado con frecuencia por una audiencia que no entiende ni parece interesada en entender lo que escribo o lo que hablo y se permite comentarios que solamente por ser tan carenciados no pueden considerarse ofensivos.
Otras veces me han dicho que sin duda estoy muy “herido” y alguien una vez preguntó con toda seriedad si yo era cristiano (!).
Un auditor una vez me dijo directamente: “Si tantas personas lo confrontan con lo que dice, ¿no será hora que se pregunte si es usted el que está equivocado?”
Me parece que o me hago esa pregunta y me retiro hidalgamente al sur de mi Chile a morir entre cerros, neblinas y lagos agitados, o hago lo del león sordo: sigo adelante sin hacer caso.