Es obvio que se necesitan más de 400 palabras para ilustrar lo complejo. Hablando del mal no sólo la Biblia sino muchos otros textos y la misma historia dan extensa cuenta de su presencia y del misterio de su origen.
En el relato de Génesis la prohibición de Dios dada al hombre creado de no tocar el árbol de la ciencia del bien y del mal parece sugerir que este último ya estaba presente. Es algo que valdría la pena pensar.
¿Cómo se introdujo el mal? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Es una cosa impersonal, algo así como una fuerza? ¿O está personificado en alguien? Son preguntas imposibles de responder en el contexto de nuestra irreductible finitud.
De cada respuesta que demos a las preguntas previas surgen muchas otras y no es posible aquí formularlas todas.
(Para otro momento y quizá otro escenario valdría la pena explorar el caso del diablo. Muchos cristianos resuelven la cuestión diciendo que el diablo es quien “hace” hacer lo malo).
El tema “Eje del mal” que he publicado hace unos días aborda brevemente el factor humano. Propongo algunas ideas adicionales sobre el asunto.
Niñas violadas y asesinadas. Grandes sumas de dinero robadas al erario público por conspicuos personajes. Grandes corporaciones que contaminan mares, ríos y lagos con plásticos y productos químicos o radiactivos. Asesinatos por encargo en el mundo del hampa narco.
Mujeres y hombres encadenados al trabajo esclavo para fabricar productos baratos. Políticos, jueces y policías sobornados para otorgar impunidad a los malhechores. Asesinato de mujeres. Destrucción progresiva del medio ambiente. Ruido, polución, violencia callejera, robos.
No es el cumplimiento de un plan cósmico. No es la acción exclusiva del enemigo de nuestras almas. No es un imperativo inevitable que “hace” hacer esas cosas.
Es el factor humano.
Son seres que deciden, conscientemente en la absoluta mayoría de los casos, lograr un provecho material o una perversa satisfacción personal destruyendo o maltratando a otros seres.
Nos solemos dormir o despertar preguntándonos: ¿Algo o alguien puede detener esta locura? ¿Habrá alguna fuerza humana contraria a este mal que se nos viene encima cada día como río?
Yo creo que existe esa fuerza. Y no es una fuerza dormida. Está despierta pero ocupada en sus propias cosas. Dominada por la idea de “No te metas conmigo y yo no me meto contigo”.
Para que el mal triunfe sólo es necesario que los buenos no hagan nada (Edmund Burke).