“Todos sus problemas se resolverán. Sanará de cualquier enfermedad. El amor volverá a usted. El futuro estará en sus manos, será todo suyo.”
No. No es una invitación a abrazar el Evangelio para recibir esas bendiciones. Se trata de un aviso de prensa donde un conocido gurú sudamericano garantiza, a cambio de una determinada suma de dinero, esos resultados a la audiencia que acuda a su consulta.
Esta promesa se asemeja mucho a lo que ofrecen los predicadores en su mensaje. He confrontado en esta columna esa inclinación de los creyentes a reducir los alcances del evangelio a una cierta felicidad garantizada en esta vida y un boleto personal e intransferible para viajar al cielo en primera clase o, a lo menos, en business. Pido su indulgencia por la ironía. Como propuse en mi Réplica Intrascendente, expreso mi desacuerdo con esa oferta. Reducir la obra completa de Cristo en la cruz sólo a una exclusiva salvación, al bienestar presente y a la gloria eterna es una propuesta que, llevada a sus conclusiones lógicas, roza los límites de la herejía.
Está claro que esos beneficios están cubiertos por la obra monumental de la cruz. Pero decir que ése es el único propósito de la redención es ignorar, intencional o inadvertidamente, una declaración fundamental de la realidad bíblica: Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz. Estas palabras arrojan una luz enceguecedora.
Alguien tendría que responder algunas preguntas: ¿A qué hace referencia todas las cosas? ¿Sólo al bienestar personal de los involucrados en esa reconciliación? ¿No es posible que todas las cosas – tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo – se refieran también a la cultura: economía, política y sociedad? ¿Es posible que a la luz de una conciencia redimida, buenas cristianas y cristianos pudieran aportar nuevas y mejores ideas para aliviar las condiciones actuales de la gente mientras tanto esperan el regreso de su Salvador? ¿Es posible que, a diferencia de las utopías humanas totalizantes, el conjunto de los creyentes haga de la redención un agente de relativo bien social?
Me parece que eso es algo mucho más vigoroso y potente que el ofertón.