trapisonda. 1. f. coloq. Bulla o riña con voces o acciones. 2. f. coloq. Embrollo, enredo, confusión. 3. f. desus. Agitación del mar formada por pequeñas olas que se cruzan en diversos sentidos y cuyo ruido se oye a la distancia.
(Diccionario de la Lengua Española)
Cuando estaba en segundo o tercer grado de secundaria nos dieron a leer El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. El tío Carlos tenía una versión en cinco tomos encuadernados en cuero con notas al pie de Dn. Diego Clemencín y con notas a esas notas por Dn. Miguel de Toro y Gómez, quien en más de una ocasión expresaba su enojo e impaciencia con la meticulosidad del señor Clemencín.
En el principio de esta monumental obra, Cervantes inaugura en el imaginario del lector el reino de Trapisonda. Dn. Aurelio Pérez Giraldes nos hace saber que Trapisonda es una traducción del turco Trabzon que sería el nombre de cierta localidad a orillas del Mar Negro y que alrededor del siglo XIII efectivamente existió un “reino de Trapisonda”.
Bueno, en el reino de Trapisonda hay embrollos, bullas y sonidos litorales sin fin. Nadie está quieto y a ninguno le importa un pepino la paz. Todos quieren ser felices, tener a mano el último alarido del aparataje telefónico y reunirse en grupos a maldecir y pelear todo el tiempo por motivos políticos, filosóficos, religiosos y económicos.
En el reino de Trapisonda todo está en continuo estado de flujo por lo cual no es posible sostener una convicción por más de una semana o dos. Para usar un lugar común, lo único permanente en Trapisonda es el cambio.
En Trapisonda pasan volando años y días. Todo es tan leve, tan efímero que ni para componer un poema o un ensayo sobre la reverberación de la luz de las cinco de la tarde entre los árboles alcanza.
Nadie regala nada allí. Todo tiene una tasa de interés compuesto o un CAE de alta denominación, está indexado y lo pueden embargar a uno ante la más mínima demora en los pagos; así las cosas, los ricos se hacen cada vez más ricos y los pobres, bueno, los pobres ya no pueden ser más pobres.
En fin. Cualquier semejanza con el país, la ciudad, el pueblo o la aldea de ustedes es, francamente hablando, pura intención.
Feliz fin de semana.