Leo en un artículo de prensa que un riguroso estudio realizado con jóvenes entre 12 y 18 años determinó algo que ya se hacía evidente para los especialistas: los chicos no aprenden solamente en la escuela. En las redes, dice el estudio, los jóvenes se forman, consolidan relaciones, aprenden y se comunican.
Se pudo detectar que en internet desarrollan más de doscientas habilidades vinculadas principalmente a la producción, prevención de riesgos, desempeño, gestión social e individual, contenidos, medios y tecnología, ideología y ética, narrativa y estética.
Debo admitir que he sido bastante escéptico acerca del valor que la tecnología aportaría al saber y el conocimiento de las nuevas generaciones. Me he hallado, a veces inadvertidamente, en la postura refractaria que muchas escuelas tienen frente a la tecnología, a la que ven como un adversario tenaz en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Provengo de una generación que se formó mayormente en el siglo XX y que ha visto cómo la información y el conocimiento se ha desplazado desde el libro y la sala de clases a la pantalla de la computadora y el celular. La cuestión que no hemos dilucidado hasta ahora es si el entorno virtual formará individuos capaces no sólo de explorar, disfrutar y producir contenidos relevantes sino también de discriminar, analizar, criticar e influir.
Estudios como Transmedia Literacy (Alfabetización a través de los medios) realizado por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, de donde surge la información que comento, serán útiles para determinar si la escuela se va a convertir en objeto de museo en un par de décadas o si puede ser un complemento eficaz en esta nueva realidad.
Hay algunas habilidades que solamente la lectura, el análisis crítico y el manejo de ciertas habilidades matemáticas pueden complementar el desarrollo integral de las personas. La escuela puede seguir siendo un protagonista en el logro de estos objetivos si sabe integrarse con creatividad y valor a internet y las redes sociales.
Como en tantas otras cosas en mi vida, me toca abrir la mente a estas nuevas realidades y dejar de atrincherarme en mi vieja formación clásica. No creo que esté equivocado en la importancia de la lectura y la práctica del pensamiento crítico afuera de las redes pero debo seguir indagando en este complejo universo de la virtualidad. Tal vez todavía tenga otros prejuicios que abandonar.
Por ahora, me mantengo como turista digital.