Hace unos días vi en una revista el anuncio de un perfume llamado Eternity Now (Eternidad Ahora). Me hizo algún ruido porque estaba revisando el contenido del libro Vida Líquida de Zygmunt Bauman. En la introducción hace referencia al cambio en la percepción que la gente tiene de la eternidad.
Habiendo abandonado la esperanza de una vida plus ultra la gente busca incrementar la sensación de eternidad aumentando exponencialmente el consumo de aparatos y experiencias que la reemplacen por un prolongado y pletórico ahora. Por eso pensé que el nombre del perfume se ajusta tan bien al perfil de sociedad que Bauman ha bautizado como líquida.
Me pregunto cuán seriamente la generación cristiana joven considera el asunto de la eternidad, tan querida para las generaciones mayores. Porque no se trata solamente de que los jóvenes se vean lejos de la línea final. Cuando yo era un muchacho el tema de la eternidad estaba presente aunque no fuera más que un análisis teórico-espiritual, si se me permite la expresión. Sospecho que para los jóvenes cristianos de hoy la cuestión es cómo convertirla en proximidad existencial en lugar de especular sobre la naturaleza del futuro. Tengo esa sensación porque siento que son cada vez más hijos de su tiempo. También influye en este sentimiento la tesis del autor del libro en comento. Permítaseme una cita más o menos extensa:
Es posible que, gracias a la esperada infinitud de las experiencias mundanas por venir, no se eche de menos la eternidad; puede que ni siquiera se note su pérdida.
La velocidad, y no la duración, es lo que importa. A la velocidad correcta, es posible consumir toda la eternidad dentro del presente continuo de la vida temporal … El truco consiste en comprimir la eternidad para que pueda caber, entera, en el espacio temporal de una vida individual.
Las palabras claves aquí son velocidad y consumir. Por una parte tenemos la rapidez con que las máquinas quedan obsoletas y cómo las experiencias de todo tipo pasan velozmente de moda. Por otra parte, aparatos y experiencias deben consumirse aceleradamente lo cual cumple con dos consignas no menores: intensificar la sensación de vivir mucho en poco tiempo y asegurar la existencia de las industrias de bienes y servicios a escala mundial.
Hedonismo y capitalismo desenfrenados. Dos frentes que desnudan el precario entendimiento que tienen los cristianos sobre su propio tiempo y su incapacidad para confrontarlo.