Hace unos días cité aquí a Christian Ferrer, entrevistado por el diario argentino “La Nación” el 26 de junio pasado. Hay otras tres frases suyas que están citadas en otro artículo en el mismo diario unos días después y que considero extraordinarias (tal valoración está influenciada por el hecho que pienso bastante parecido así que pueden descontar mi entusiasmo). Se las transcribo:

La máquina general industrial moderna es una máquina de destrucción de cuerpos y de anhelos”, “Cuando la persona descubre que está en una trampa, ya es tarde y le espera la jubilación”, y “La vida es ante todo una sucesión de problemas vitales que no son resolubles por la cinta sin fin del consumo”.

Estas frases ilustran el argumento de fondo del artículo “Para empezar el día bien arriba. ¿Y si todo sigue cada vez peor?” Este es el pensamiento disparador: Las personas deprimidas son las que ven la realidad tal cual es.  En un mundo lleno de problemas son lo no-deprimidos los que transitan en una irrealidad patológica.

He escrito antes aquí que me asombra el entusiasmo intoxicante que cierta gente tiene acerca del presente y del futuro. No sólo ve éxitos inmensos en las instituciones en las que milita, sino que con un entusiasmo desbordante se refiere a un futuro más allá, una suerte de gran escape de los males que vendrán sobre esta vilipendiada y sufrida Tierra.

Tal entusiasmo se funda en la concentrada preocupación, atención y diligencia con la que vive los asuntos institucionales, a más que prudente – displicente – distancia de las oscuras realidades que afectan a nuestras sociedades: guerras, refugiados, corrupción en los más altos niveles, índices aterradores de contaminación ambiental de todo tipo, desorden social, destrucción sistemática de las relaciones humanas fundamentales, represión, abuso y violencia contra mujeres y niños, caída libre de la calidad de la educación, la profunda desilusión de la postmodernidad, en fin.

Es imposible para ellos ocuparse de esta realidad. Entre el éxito que ven en el presente y la idea de un súper futuro en otra vida, no hay lugar para la sombría mirada que algunos de nosotros tenemos y que advertimos como llamado a la cordura y a la ponderación. Nos recuerdan, una vez más, a aquellos ciudadanos que decían al profeta Isaías: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras.

La historia cuenta que, afortunadamente, el profeta no fue seducido.

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