Entonces, de repente, como tantas veces el desasosiego. La indefinible sensación de ser en ninguna parte. La escritura “técnica” – herramienta de la razón para mitigar el poema imprudente, a pesar de lo efectiva que puede ser, no hace más que desnudar al alma de la belleza de las palabras, acallar la música de la piel, apagar el grito de los sentidos.
Los días se van sumando con su caracol de horas, disimulando el hecho de que los años vuelan a velocidades vertiginosas. El tedio se asoma con su olor antiguo, casi siempre escondido en un juego de Sudoku y trato de descubrir por qué esa sensación casi física de hastío insoportable.
El viento giró anoche y ha regresado del sur con su latigazo helado y la oscuridad de este día nublado no ayuda para nada. Los quehaceres imprescindibles del día disimulan un poco la incómoda levedad. Se me antojan anclas necesarias nada simpáticas.
“El tiempo como crónica, como presente, como presagio” se me ocurrió anoche en una conversación: mi secreta ocupación, mi obsesión cuotidiana – como escribían los antiguos. Los años que se fueron o los días restantes, nunca el presente. Un día, en un curso sobre el lenguaje original de los escritos de la Biblia, me dijeron que la frase “Yo soy el que soy” en realidad debe traducirse “Yo seré el que seré”. Si es así, me alivia de la incomodidad que me produce el ahora. ¿No será que el presente no existe y que la juntura entre ayer y mañana tampoco? Tal vez todo tenga sentido en el devenir constante que somos.
Si han llegado hasta aquí en la lectura y no han cambiado bruscamente de página entenderán lo que se siente cuando alguien te reprende con eso de que lo que escribes demuestra que no tienes el gozo del Espíritu. No hay nada más antipático que respuestas simplistas a cuestiones complicadas; aparte de ser el extremo del lugar común no sirven casi nada. Bonitas pero incompletas.
Ocultamos así el miedo real a ir más allá, a involucrarnos en el asunto de acompañar, de intentar comprender, de confortar al otro: ya tenemos suficiente con nuestros problemas. Por eso el éxito de Facebook: “Fuerza, amigo, estamos contigo” otorga la impresión de que nos estamos ocupando, cuando en realidad nos sentimos aliviados: ya participamos. Cuatro palabras y un emoticón.
De nuevo, la lluvia…