Las notables ausencias en momentos absolutamente necesarios. La inveterada costumbre de esperar lo que no va a llegar de ninguna manera. Creer que la vida se describe en un poema y tres memes. Las citas de libros que nunca se leyeron. La presunción del saber que nunca fue. El dolor de los pensamientos que nunca constituyeron hechos de la realidad. Las expectativas ajenas que nacieron seguramente en un deseo legítimo pero absolutamente infundado.
El abultado patrimonio de la vergüenza y el miedo. Las pasiones que duraron un verano y algunos días de invierno. Las facturas reclamadas que pasaron a la categoría de incobrables. El pasado que nadie puede borrar. La vieja costumbre de tener ganas de no tener más ganas. El desconsuelo de los días que nunca volverán. La demoledora realidad del cuerpo presente.
Yo nunca tuve diez perritos, sí un gato que bauticé Percival Phillips McGregor y que después de unos meses supe que era gata y le cambié el nombre a Percy Belle. Nunca tuve un Austin Mini, sí una Mitsubishi L100 que servía para todo y a veces para nada. Nunca estuve en París ni me saqué una foto con la Torre Eiffel detrás, sí una noche dormí en una carpa de beduinos en el desierto del Neguev, lo cual me pareció – y me sigue pareciendo – una de las experiencias preferidas a la hora de los recuerdos.
La experiencia de los demás que nunca será nuestra experiencia y que por eso compararla es absolutamente inconducente. Los abultados argumentos para tratar de justificar lo que es imposible justificar. Las maneras en que escamoteamos el momento de responder por nuestros despropósitos y nuestros pecados. La íntima convicción de que las cosas no van a resolverse así como así.
¿Y si al final las cosas no terminaran como nos han dicho que van a terminar? ¿Ah?
Y para finalizar, unas palabras escogidas al azar en el diario del domingo:
Vargas Llosa reivindica el pluralismo como necesidad práctica de supervivencia: “(Es) la única garantía que tenemos de que el error, si se entroniza, no cause demasiados estragos”
(La Nación, Ideas, pág. 3, 29 de abril de 2018)
(La fotografía representa el irreductible anhelo de viajar como antes)