Cuando hablamos de lazos que nos unen y lazos que nos separan, puede parecer confuso. Y es que si nos mencionan lazos, lo primero que se nos viene a la mente es la envoltura de un presente, de un regalo. Y hay lazos que son como los de un presente, nos traen satisfacciones, nos dan alegría, felicidad, nos complementan.
En la familia, tenemos lazos de abuelos con los nietos; de los padres con los hijos; los lazos entre hermanos; con nuestras amistades también creamos lazos. Tenemos cosas en común que nos hacen afines o hemos compartido experiencias que crean esos lazos que nos unen más aún, pero pocos piensan en los lazos que nos separan.
Les puede parecer una incongruencia, pero una persona muy posesiva, quiere crear lazos por egoísmo. Son personas inseguras, celosas y esos lazos que tratan de ponernos, son lazos que nos separan.
Las buenas experiencias, como ayudar a otras personas, crean también lazos que unen. Hay personas que se han unido mucho más luego de comenzar un ministerio de alimentar a algunos con menos recursos, cocinando para ellos, por ejemplo; otros, comprando comida y llevándola o dejándola a la puerta de la persona que saben que está en necesidad. Hay diversas maneras de hacerlo.
Hay familias, en las que las normas y exigencias de los dueños de casa, a veces los padres o abuelos o tíos, hacen sentir a otros, lazos que los separan, no son lazos que unen. Sienten que son demasiado estrictos, quieren que las personas sean perfectas en su concepto. Han creado rutinas de las que no se permiten salir y pretenden que todos los que vivan bajo su techo se adhieran a esas rutinas.
Como en todo, los excesos nos dañan. Todo en exceso nos hace mal. Lograr un balance es primordial para llevarnos bien. Hay que ceder de parte y parte. Y cuando haya roces, llegar a acuerdos. Si estamos con personas que son posesivas y tratan de buscar maneras de atarnos a ellos, debemos dejarles saber que nos damos cuenta. Que no somos objetos, para que nos posean o nos usen. Somos seres humanos independientes. Hay que decirles que esos lazos no nos unen más a ellos, al contrario, son lazos que nos separan.
Analicemos la manera como nos desempeñamos en nuestras relaciones. Dediquémonos a crear lazos que nos unan y no lazos que nos separen. Si estamos atentos y comunicamos nuestra preocupación cuando hay indicios de lazos que nos separan, los podremos deshacer. Creando lazos que nos unen nos haremos todos más fuertes, más felices y tendremos relaciones más perdurables.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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